Compositor español (Barcelona, 1867–Buenos Aires,
1926) y autor fundamentalmente lírico, escribió obras como Agua mansa, libro de Eduardo Marquina y El niño de San Antonio, con texto de Muñoz Seca. A causa de
problemas en su matrimonio, marchó a La Habana, donde fundó el Orfeó Catalá, y más tarde
a la Argentina,
país en el que se dedicó a la enseñanza y la composición.
La cueva de Salamanca es un "sainete lírico en un acto, dividido en
dos cuadros del Ingenioso hidalgo don Miguel de Cervantes Saavedra refundido
por Francisco de Iracheta, música del maestro Juan Gay. Estrenado en el Teatro
Cómico en la noche del 9 de mayo de 1905." La acción tiene lugar en un
pueblo de Castilla a principios del siglo XVII. Sus personajes e intérpretes
fueron los siguientes: Leonarda, esposa de Pancracio
(Sra. Manso), Cristinica, criada de Leonarda (Sra. Viglietti), La Colindres, lavandera y
cómplice de las anteriores (Sra. Train), Carrolano, estudiante de Salamanca
(Sr. Juárez), Reponce, sacristán, amante de Leonarda (Sr. González),
Pancracio, esposo de Leonarda (Sr.
Ibarrola), Maese Nicolás, barbero, amante de Cristina (Sr. Mariner), Mozo (Sr.
De Francisco), y coro de mozos con guitarras.
El sainete tiene siete números musicales que
identificamos a partir del libreto:
· Cuadro I.
· Dúo de Leonarda y Cristinica (“¡Ja!
¡ja! ¡ja! ¡Cristinica!”).
· Coro de mozos (“Esta es la ronda de
los solteros”).
· Concertante (“¡Linda noche!”).
· Recitado de Carraolano (“Vosotros,
mezquinos”).
· Intermedio musical.
· Cuadro II.
· Escena (“Las almas son flores”).
· Jácaras (“Oigan los que poco
saben”).
El argumento es el siguiente. Cuadro I. En el zaguán de una casa
acomodada, Pancracio se despide de su esposa Leonarda, porque ha de ir a
Esquivias[1] a la
boda de su hermano. El adiós es
extraordinariamente cariñoso; los esposos se dedican toda suerte de palabras
amables y enamoradas y hasta Cristinica, la criada, destaca el amor de Leonarda
por su marido. Pero en cuanto Pancracio traspasa la puerta, las dos mujeres
cantan su alegría al quedar solas, pensando lo bien que van a pasarlo con unos
hombres con quienes se han citado [Dúo
de Leonarda y Cristinica]. Al cabo, aparece Carraolano pidiendo asilo, y
las mujeres, después de asegurarse de que será sordo, ciego y mudo, le acogen.
Sin advertir la presencia del estudiante, llegan Reponce y maese Nicolás, que
se deshacen en elogios y lisonjas hacia las mujeres que les esperan; cuando
descubren a Carraolano, sospechan, pero Cristinica les tranquiliza.
En la calle se escucha la música de una ronda [Coro de mozos]. El júbilo de la música
prende en los habitantes de la casa que también cantan [Concertante], pero la inesperada aparición de Pancracio rompe la
alegría. Pancracio llama insistentemente a la puerta y Leonarda, haciendo que
no le conoce, consigue ganar tiempo para que sus invitados se escondan en la
carbonera. Pancracio explica su vuelta porque se averió el coche, y escucha la
voz de Carraolano procedente del pajar. Pancracio se sorprende, Cristinica
justifica la presencia del estudiante por la acción caritativa de su ama, y el
estudiante, para descargar la tensión, propone demostrar sus habilidades
aprendidas en la cueva de Salamanca: hará aparecer a dos demonios, cargados con
una cesta llena de comida, con la apariencia del sacristán y del barbero.
Carrolano recita una fórmula mágica [Recitado
de Carrolano], pero los llamados no aparecen. El estudiante va a la
carbonera para volver a conjurar a los demonios y enseguida vuelve con ellos.
Cuadro II. Un intermedio musical nos ha llevado al comedor de la casa. Todos
están sentados a la mesa que sirve Cristinica y cantan alegres [Escena]. En la sobremesa el estudiante
dialoga con Pancracio, quien pregunta, sorprendido, si los demonios comen. El
estudiante, para demostrar alguna más de sus habilidades, aprendidas en la
cueva salmantina, propone a los diablos que bailen alguna danza moderna:
Reponce accede pero, según costumbre diabólica, han de ser pagados con vino. El
inocente marido envía a su mujer a por la reserva que tiene en la bodega y, con
distintas excusas, van también Cristinica y sus amantes. Al quedar solos,
Pancracio ve a su mujer y a la criada abrazados a los diablos, pero Carrolano
le hace creer que es cosa del vino y que lo que ve son fantasmas. La fiesta
continúa y Pancracio cae dormido por la borrachera.
El estudiante aconseja a los hombres que
abandonen la casa; él se encargará de justificar su marcha cuando Pancracio
despierte del sueño. Pero antes, deben los diablos, cumplir su promesa de
bailar alguna danza: será una jácara [Jácaras],
que tiene la virtud de hacer que baile todo el que la escucha.
Comentario.
Aunque no tengo constancia, es probable que el
sainete fuera escrito aprovechando los vientos del III Centenario, pero no tuvo
una acogida especialmente calurosa, a pesar de algunos calificativos usados por
los gacetilleros. El Diario de Avisos, de Madrid (105-1905),
publicó una breve nota:
Anoche se puso en escena
la refundición de un sainete de Cervantes hecha con mucho acierto por D. Francisco
de Iracheta y adornada con música del maestro Garay (¿). La obra conserva
perfectamente el sabor de la época y fue muy celebrada por el público, que era
tan numeroso y escogido como en las grandes solemnidades.
La música es ligera,
agradable y algún número tiene mucho carácter.
Los autores obtuvieron
muchos aplausos, especialmente el Sr. Iracheta, y fueron llamados al palco
escénico. La cueva de Salamanca obtuvo
un verdadero éxito, por más que la ejecución dejó bastante que desear.
Sin embargo, El
Imparcial (24-5-1905), fue más escueto:
Se ha puesto a la venta
este sainete, refundido por Francisco de Iracheta, que con música del maestro
Gay se estrenó con gran éxito en el Cómico, de cuyo cartel la retiraron sus
autores. En breve se estrenará en varias provincias.
Como nota curiosa digamos que al final del
sainete, se anotan los nombres de danzas propias del tiempo en que se
desarrolla la historia; ésta es la cita exacta:
Carrolano
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¿Qué quieren vuesas mercedes que les
toque?
¿La zarabanda,
la gallarda, las gambetas...
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Reponce
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¡El zambapalo,
o el pésame de ello, o los canarios, o el famoso nuevo escarramán!
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Nicolás
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¡Los canarios, que nos toque los canarios!
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Carraolano
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En fin, les tocaré una jácara con sus puntas de zarabanda!
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Reponce
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¡Pues va, de jácara!
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Todos
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¡Va de jácara!
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[1] Esquivias es
un pueblo de la provincia de Toledo, en el que el propio Cervantes contrajo
matrimonio. .