miércoles, 13 de febrero de 2019

Juan Gay. La cueva de Salamanca.


Compositor español (Barcelona, 1867–Buenos Aires, 1926) y autor fundamentalmente lírico, escribió obras como Agua mansa, libro de Eduardo Marquina y El niño de San Antonio, con texto de Muñoz Seca. A causa de problemas en su matrimonio, marchó a La Habana, donde fundó el Orfeó Catalá, y más tarde a la Argentina, país en el que se dedicó a la enseñanza y la composición.


La cueva de Salamanca es un  "sainete lírico en un acto, dividido en dos cuadros del Ingenioso hidalgo don Miguel de Cervantes Saavedra refundido por Francisco de Iracheta, música del maestro Juan Gay. Estrenado en el Teatro Cómico en la noche del 9 de mayo de 1905." La acción tiene lugar en un pueblo de Castilla a principios del siglo XVII. Sus personajes e intérpretes fueron los siguientes: Leonarda, esposa de Pancracio (Sra. Manso), Cristinica, criada de Leonarda (Sra. Viglietti), La Colindres, lavandera y cómplice de las anteriores (Sra. Train), Carrolano, estudiante de Salamanca (Sr. Juárez), Reponce, sacristán, amante de Leonarda (Sr. González), Pancracio,  esposo de Leonarda (Sr. Ibarrola), Maese Nicolás, barbero, amante de Cristina (Sr. Mariner), Mozo (Sr. De Francisco), y coro de mozos con guitarras.

El sainete tiene siete números musicales que identificamos a partir del libreto:

·       Cuadro I.
·       Dúo de Leonarda y Cristinica (“¡Ja! ¡ja! ¡ja! ¡Cristinica!”).         
·       Coro de mozos (“Esta es la ronda de los solteros”).
·       Concertante (“¡Linda noche!”).
·       Recitado de Carraolano (“Vosotros, mezquinos”).
·       Intermedio musical.
·       Cuadro II.
·       Escena (“Las almas son  flores”).
·       Jácaras (“Oigan los que poco saben”).

El argumento es el siguiente. Cuadro I. En el zaguán de una casa acomodada, Pancracio se despide de su esposa Leonarda, porque ha de ir a Esquivias[1] a la boda de su hermano.  El adiós es extraordinariamente cariñoso; los esposos se dedican toda suerte de palabras amables y enamoradas y hasta Cristinica, la criada, destaca el amor de Leonarda por su marido. Pero en cuanto Pancracio traspasa la puerta, las dos mujeres cantan su alegría al quedar solas, pensando lo bien que van a pasarlo con unos hombres con quienes se han citado [Dúo de Leonarda y Cristinica]. Al cabo, aparece Carraolano pidiendo asilo, y las mujeres, después de asegurarse de que será sordo, ciego y mudo, le acogen. Sin advertir la presencia del estudiante, llegan Reponce y maese Nicolás, que se deshacen en elogios y lisonjas hacia las mujeres que les esperan; cuando descubren a Carraolano, sospechan, pero Cristinica les tranquiliza.

En la calle se escucha la música de una ronda [Coro de mozos]. El júbilo de la música prende en los habitantes de la casa que también cantan [Concertante], pero la inesperada aparición de Pancracio rompe la alegría. Pancracio llama insistentemente a la puerta y Leonarda, haciendo que no le conoce, consigue ganar tiempo para que sus invitados se escondan en la carbonera. Pancracio explica su vuelta porque se averió el coche, y escucha la voz de Carraolano procedente del pajar. Pancracio se sorprende, Cristinica justifica la presencia del estudiante por la acción caritativa de su ama, y el estudiante, para descargar la tensión, propone demostrar sus habilidades aprendidas en la cueva de Salamanca: hará aparecer a dos demonios, cargados con una cesta llena de comida, con la apariencia del sacristán y del barbero. Carrolano recita una fórmula mágica [Recitado de Carrolano], pero los llamados no aparecen. El estudiante va a la carbonera para volver a conjurar a los demonios y enseguida vuelve con ellos.

Cuadro II. Un intermedio musical  nos ha llevado al comedor de la casa. Todos están sentados a la mesa que sirve Cristinica y cantan alegres [Escena]. En la sobremesa el estudiante dialoga con Pancracio, quien pregunta, sorprendido, si los demonios comen. El estudiante, para demostrar alguna más de sus habilidades, aprendidas en la cueva salmantina, propone a los diablos que bailen alguna danza moderna: Reponce accede pero, según costumbre diabólica, han de ser pagados con vino. El inocente marido envía a su mujer a por la reserva que tiene en la bodega y, con distintas excusas, van también Cristinica y sus amantes. Al quedar solos, Pancracio ve a su mujer y a la criada abrazados a los diablos, pero Carrolano le hace creer que es cosa del vino y que lo que ve son fantasmas. La fiesta continúa y Pancracio cae dormido por la borrachera.

El estudiante aconseja a los hombres que abandonen la casa; él se encargará de justificar su marcha cuando Pancracio despierte del sueño. Pero antes, deben los diablos, cumplir su promesa de bailar alguna danza: será una jácara [Jácaras], que tiene la virtud de hacer que baile todo el que la escucha.

Comentario.
Aunque no tengo constancia, es probable que el sainete fuera escrito aprovechando los vientos del III Centenario, pero no tuvo una acogida especialmente calurosa, a pesar de algunos calificativos usados por los gacetilleros.  El Diario de Avisos, de Madrid (105-1905), publicó una breve nota:

Anoche se puso en escena la refundición de un sainete de Cervantes hecha con mucho acierto por D. Francisco de Iracheta y adornada con música del maestro Garay (¿). La obra conserva perfectamente el sabor de la época y fue muy celebrada por el público, que era tan numeroso y escogido como en las grandes solemnidades.
La música es ligera, agradable y algún número tiene mucho carácter.
Los autores obtuvieron muchos aplausos, especialmente el Sr. Iracheta, y fueron llamados al palco escénico. La cueva de Salamanca obtuvo un verdadero éxito, por más que la ejecución dejó bastante que desear.

Sin embargo, El Imparcial (24-5-1905), fue más escueto:

Se ha puesto a la venta este sainete, refundido por Francisco de Iracheta, que con música del maestro Gay se estrenó con gran éxito en el Cómico, de cuyo cartel la retiraron sus autores. En breve se estrenará en varias provincias.

Como nota curiosa digamos que al final del sainete, se anotan los nombres de danzas propias del tiempo en que se desarrolla la historia; ésta es la cita exacta:

Carrolano
¿Qué quieren vuesas mercedes que les toque?
¿La zarabanda, la gallarda, las gambetas...
Reponce
¡El zambapalo, o el pésame de ello, o los canarios, o el famoso nuevo escarramán!
Nicolás
¡Los canarios, que nos toque los canarios!
Carraolano
En fin, les tocaré una jácara con sus puntas de zarabanda!
Reponce
¡Pues va, de jácara!
Todos
¡Va de jácara!




[1] Esquivias es un pueblo de la provincia de Toledo, en el que el propio Cervantes contrajo matrimonio. .

lunes, 4 de febrero de 2019

Román Alís. Epitafios cervantinos, Op. 100.


Aunque nacido en Palma de Mallorca (1931), realizó su formación musical en Barcelona con maestros como Luis María Millet, Juan Pich Santasusana, Joaquín Zamacois y Eduardo Toldrá.
En 1963 se hizo cargo de la cátedra de Contrapunto y Fuga del Conservatorio de Sevilla y cinco años después fijó su residencia en Madrid, enseñando composición en el Conservatorio  capitalino. La obra de Román Alís es amplia en número y variada en formas y estilos. Entre las de mayor relevancia figuran Sinfonía de Cámara, Op. 27 (1962), Música para un festival de Sevilla (1967), El cántico de las soledades (1980),  Homenatge a  Antoni Gaudí (1987), Estampas del Madrid goyesco (1991) y Epitafios cervantinos Op. 100, que es la obra que ahora nos interesa. Román Alís murió el 24 en octubre de 2006, en Madrid.

Estos Epitafios para cuarteto vocal y orquesta, fueron escritos  en 1973, encargo de la Comisaría General de la Música, duran unos cuarenta minutos y fueron dedicados a Antonio Iglesias. Utilizan textos de Cervantes y se dieron a conocer durante una de las Semanas Cervantinas de Alcalá de Henares, para la que habían sido compuestos. El estreno tuvo lugar  en la Capilla de San Ildefonso de la Universidad, de Alcalá de Henares, el 26 de abril de 1973, y fue interpretado por Elvira Padín, Vidal Bastos, José Foronda, Jesús Zazo, y  Orquesta Sinfónica de Madrid, todos bajo la dirección de Vicente Spiteri. La
 obra se estructura en tres movimientos que responden a los siguientes títulos:
1 – Al caballero mal andante y a Sancho su escudero; 2 – A Dulcinea rolliza y fea; y 3 – Al hidalgo loco y cuerdo.

Es muy curioso y sorprendente que, junto a palabras propias del lenguaje musical referidas a la velocidad y al matiz con que ha de ejecutarse la música, el autor ha incluido en la partitura frases que pretenden orientar al intérprete sobre su ejecución. Para completar la idea, el compositor incluye indicaciones metronómicas. En resumen, y utilizando la terminología habitual, los tres epitafios responderían a los aires moderato, allegro y moderato, respectivamente.

La obra requiere una amplia plantilla orquestal formada por flautín, dos flautas, dos oboes, corno inglés, dos fagotes, dos trompas, dos trompetas, tres trombones, arpa, cuatro timbales cromáticos, percusión (caja, pandereta, platillos, platos suspendidos, tam–tam o gong, bombo, triángulo) y la cuerda habitual, aunque Alís especifica que los contrabajos han de ser de cinco cuerdas.

Los versos utilizados son: “Del Cachidiablo. Académico de la Argamasilla, en la sepultura de Don Quijote”, “Del Tiquitoc. Académico de la Argamasilla, en la sepultura de Dulcinea del Toboso”, y el “Epitafio de Sansón Carrasco para la sepultura de Don Quijote”, los dos primeros cierran la primera parte de la novela, y el último la segunda. J.P.M.

sábado, 2 de febrero de 2019

Pascual Aldave. Epitafio de Don Quijote.


Compositor español, nacido en Lesaca (Navarra)  en 1924. En 1947 se convirtió en organista de San Martín de Lesaca, y en 1948 viajó a México, donde tuvo ocasión de conocer, y establecer contacto, con Adolfo Salazar y Rodolfo Halffter entre otros personajes importantes de la música. Estudió en Barcelona y San Sebastián y fue director y profesor del Conservatorio Pablo Sarasate de Pamplona, entre 1973 y 1983. Ha preparado y dirigido muchos coros e ingresó en la Academia de Bellas Artes de San Fernando desde 1974. Compuso música sinfónica, de cámara y vocal para coro y para voz y piano. Murió en San Sebastián, el 27 de marzo de 2013.


La obra reseñada, Epitafio de Don Quijote, fue escrita en 1952 para coro, soprano y cuatro voces. Se estrenó en San Sebastián. Utiliza como texto el soneto de Sansón Carrasco (“Yace aquí el hidalgo fuerte”).