lunes, 4 de febrero de 2019

Román Alís. Epitafios cervantinos, Op. 100.


Aunque nacido en Palma de Mallorca (1931), realizó su formación musical en Barcelona con maestros como Luis María Millet, Juan Pich Santasusana, Joaquín Zamacois y Eduardo Toldrá.
En 1963 se hizo cargo de la cátedra de Contrapunto y Fuga del Conservatorio de Sevilla y cinco años después fijó su residencia en Madrid, enseñando composición en el Conservatorio  capitalino. La obra de Román Alís es amplia en número y variada en formas y estilos. Entre las de mayor relevancia figuran Sinfonía de Cámara, Op. 27 (1962), Música para un festival de Sevilla (1967), El cántico de las soledades (1980),  Homenatge a  Antoni Gaudí (1987), Estampas del Madrid goyesco (1991) y Epitafios cervantinos Op. 100, que es la obra que ahora nos interesa. Román Alís murió el 24 en octubre de 2006, en Madrid.

Estos Epitafios para cuarteto vocal y orquesta, fueron escritos  en 1973, encargo de la Comisaría General de la Música, duran unos cuarenta minutos y fueron dedicados a Antonio Iglesias. Utilizan textos de Cervantes y se dieron a conocer durante una de las Semanas Cervantinas de Alcalá de Henares, para la que habían sido compuestos. El estreno tuvo lugar  en la Capilla de San Ildefonso de la Universidad, de Alcalá de Henares, el 26 de abril de 1973, y fue interpretado por Elvira Padín, Vidal Bastos, José Foronda, Jesús Zazo, y  Orquesta Sinfónica de Madrid, todos bajo la dirección de Vicente Spiteri. La
 obra se estructura en tres movimientos que responden a los siguientes títulos:
1 – Al caballero mal andante y a Sancho su escudero; 2 – A Dulcinea rolliza y fea; y 3 – Al hidalgo loco y cuerdo.

Es muy curioso y sorprendente que, junto a palabras propias del lenguaje musical referidas a la velocidad y al matiz con que ha de ejecutarse la música, el autor ha incluido en la partitura frases que pretenden orientar al intérprete sobre su ejecución. Para completar la idea, el compositor incluye indicaciones metronómicas. En resumen, y utilizando la terminología habitual, los tres epitafios responderían a los aires moderato, allegro y moderato, respectivamente.

La obra requiere una amplia plantilla orquestal formada por flautín, dos flautas, dos oboes, corno inglés, dos fagotes, dos trompas, dos trompetas, tres trombones, arpa, cuatro timbales cromáticos, percusión (caja, pandereta, platillos, platos suspendidos, tam–tam o gong, bombo, triángulo) y la cuerda habitual, aunque Alís especifica que los contrabajos han de ser de cinco cuerdas.

Los versos utilizados son: “Del Cachidiablo. Académico de la Argamasilla, en la sepultura de Don Quijote”, “Del Tiquitoc. Académico de la Argamasilla, en la sepultura de Dulcinea del Toboso”, y el “Epitafio de Sansón Carrasco para la sepultura de Don Quijote”, los dos primeros cierran la primera parte de la novela, y el último la segunda. J.P.M.

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