Compositor español (Burgos, 1902–1936). Inició su
formación con el organista José María Beobide en su ciudad natal y la completó
en Madrid con Conrado del Campo, a pesar
de que cuando llegó a la capital española ya había escrito más de setenta
obras. Pasó dos años en París como estudiante y vivió prácticamente en Burgos,
ciudad en cuyo ambiente musical ejerció una gran influencia, potenciando el
Orfeón Burgalés, al que convirtió en uno de los mejores coros de España. Se
interesó especialmente por el folclore; su recopilación de canciones burgalesas
le proporcionó, en 1932, el Premio Nacional de Música. Escribió muchas obras
para coro, entre las que se destacan el Himno
a Castilla. En el terreno instrumental merece recordarse la Sonata gallega, para piano, de 1926, la Sonata para guitarra, de 1933 y la Sinfonía castellana, escrita diez años antes.
Antonio José Martínez Palacios (1902-1936) |
Ópera en tres actos[1].
Texto de Manuel Fernández Núñez y Lope Mateo. Inédita.
Personajes. Doña Clara (soprano). Una Dueña. La
Chacona (contralto). María–Blanca. la Zarabanda. La Zambapalos. la Panadería.,
la Seguidilla.
Don Luis, mozo de mulas (tenor). Don Álvaro,
padre de don Luis (bajo). El Oidor, padre de doña Clara (bajo). El Ventero. El
Alcalde (barítono). Antón Pintado (barítono). El Escarramán. El Gorrón. Perico
el de Consuegra y el Caballero.
Intervienen sin hablar, Don Quijote, Sancho
Panza, el Cura, el Barbero, el Cautivo, don Fernando, Dorotea, Zoraida,
Luscinda y Cardenio.
Números musicales. En el primer acto, tras la obertura y antes de
que se alce el telón, se escucha una voz dentro acompañada por una rondalla.
Siguen cuatro escenas en las que se encuentran una romanza a cargo de Don Luis
(“Ya se alejó la ronda”), un dúo entre Doña Clara y Don Luis (“¿Sois, vos, Don
Luis?”), y dos escenas de conjunto; la primera (“Cerrad ya la celosía”)
interpretada por La Dueña,
un Pícaro, Doña Clara y Don Luis y, la segunda, que cierra el acto (“Alto a la
ronda”), a cargo de “todos menos la
Dueña”; según indica la partitura.
El segundo acto comienza con una breve
introducción orquestal, que da paso a una gran escena en la que un coro de
pobres estudiantes irrumpe en la venta con ganas de fiesta (“Ven aquí, ya, la Chacona”); a este requerimiento contestan La Chacona y La Mari–Blanca (“Yo soy la Chacona”) y un grupo de
mujeres que personifican a las danzas de la época cervantina (la Zarabanda, la Seguidilla, el
Zambapalo, el Escarramán, y otras); todas terminan bailando y cantando
alegremente. La cuarta escena podríamos denominarla del ventero y coro de
estudiantes y danza, pues en ella se produce la intervención del dueño del
establecimiento, verdaderamente irritado (“Por Cristo, caballero”). A esta
intervención se añadirá la de Don Luis (“¡Silencio ya, villanos!”). En la
siguiente, Antonio Pintado presenta al personaje que da título a la obra (“Este
es el mozo de mulas”) y se produce la violenta entrada de Don Quijote
(“¡Villanos! ¡Malandrines!”). A continuación, el mozo de mulas entona su canto
“tomado del Quijote”, dice la
partitura (“Marinero soy de amor”); a ella seguirán sendas intervenciones de
Doña Clara (“A ti voy por siempre”) y Don Luis (“Dulce bien soñado”) en lo que es un verdadero dúo
de amor. En la breve escena siguiente, la octava, se produce la llegada de los
criados de Don Álvaro, padre de Don Luis, que buscan al joven (“Buenos días
ventero”). Estos mozos comentan al Oidor la intención de Don Luis de casarse
con su hija. La escena décima la inicia un borracho que, tambaleándose, da
cuenta de la huida de los jóvenes amantes (“Tarantín, tarantán”). El Oidor
abandona la escena, enfurecido, y su lugar lo ocupan los estudiantes y las
mujeres que representaban las danzas.
El acto tercero se desarrolla en el convento de
Santa Clara. Un breve preludio instrumental da paso a un grupo de mendigos
(“¡Ave María purísima!”), pidiendo limosna; las hermanas les socorren con un
poco de sopa[2]. La segunda escena la
ocupan el Oidor, la Chacona,
la Dueña y dos
criadas (“Ya estamos ante las puertas”). El padre lamenta su desgracia y su
destino mientras La Chacona
y la Dueña le aconsejan prudencia. En la tercera
escena aparecen Don Luis y Don Álvaro que se acercan cautelosamente al Oidor
(“¿Aquél es el Oidor?”) de manera que constituyen un terceto; Don Álvaro y Don
Luis piden perdón por Clara, pero el padre no cede. La siguiente escena,
protagonizada por la Mari–Blanca
y las criadas del Oidor, presagia tormenta y poco después se escucha el lamento
de Clara que no advierte su presencia. La quinta escena es el esperado dúo de
amor entre los protagonistas; él, traspasado de dolor por la decisión de ella
de tomar los hábitos. El ambiente es tenso, pero, poco a poco, Doña Clara,
parece ir despertando de una pesadilla y recordando felices días pasados,
mediante citas ya conocidas del segundo acto. La obra concluye con un gran coro
general y un número mímico en el que los
padres de los jóvenes siguen oponiéndose a la unión de ambos, pero el cura
enlaza sus manos y les bendice.
Argumento. Plaza de un pueblo manchego. Don
Luis, bajo los balcones de la casa de Doña Clara, se queja de que ésta no
corresponda a sus amores. Sin embargo, una dueña de la dama le entrega un
billete en el que le declara su amor y le cita en una venta, camino de
Andalucía, a la que acudirá acompañada de El Oidor, su padre. Unos ladrones roban a Don Luis; Doña Clara y
la dueña, al verlo, piden socorro; los pícaros huyen pero don Luis es apresado.
El segundo acto tiene lugar en el “patio de la
venta de la primera parte del Quijote”. Se abre con una escena en la que el
héroe cervantino pronuncia el discurso de las armas y las letras, ante un
auditorio formado por el Cura, el Barbero y el resto de los personajes que no
hablan. Al poco, en el patio de la venta, unos estudiantes piden a la Chacona que baile; el
grupo de mujeres y hombres que representan a las danzas antiguas, cantan,
bailan, beben y alborotan sin medida, lo que hace enfadar al ventero, el cual
acude pidiendo explicaciones. Los estudiantes, para librarse simulan un juicio
en el que pierden los villanos.
Aparece Antón Pintado, amante de la Chacona y don Luis les
pide ayuda para su empresa amorosa. Todos continúan bebiendo y bailando y, ante
el griterío, Don Quijote se soma al balcón y espada en mano ahuyenta a todos.
Comienza a amanecer. Don Luis canta una canción
amorosa a cuyo sonido doña Clara baja al patio. Don Luis la suplica con tanta
vehemencia que la muchacha cede y se funden en un abrazo. En ese instante los
criados de don Álvaro, padre de don Luis, llaman a la puerta y preguntan por
“un mozo de mulas” que, según dicen, trata de raptar a doña Clara. Al enterarse,
el Oidor llama a su hija, pero ya es tarde porque ha escapado con Don Luis. El
Oidor y los suyos salen precipitadamente para darles alcance; los estudiantes
les siguen marchándose sin pagar y después de haber dejado al ventero encerrado
porque trató de impedirlo.
El tercer acto se desarrolla en el convento de
monjas de Santa Clara. unos mendigos acuden a tomar la sopa boba. Llegan Don
Álvaro y Don Luis. El primero pide al Oidor que perdone a su hijo y Don Luis
canta emocionado su amor por la mujer, pero el Oidor no cede y entra en el
convento con la que él cree que es su hija, aunque se trata de la Chacona disfrazada.
Mientras los criados comentan el enredo, aparece
la verdadera Doña Clara; Don Luis, al verla, insiste en su amor y la mujer
termina abrazada a él.
Las campanas tocan a rebato y la monjas salen en
desbandada del convento; aparecen oficiales del Santo Oficio seguidos de gentes
del pueblo; todos, nerviosos e inquietos, escuchan la explicación de la Abadesa. La doncella
que el Oidor hizo ingresar, comenzó a alborotar y sus amigos, entrando por la
parte de atrás, crearon la necesaria confusión para que los amantes huyeran.
Intervienen el Inquisidor tratando de aclarar
las causas, pero las monjas siguen creyendo en fuerzas extrañas, aunque,
en el fondo, se alegran de que haya triunfado el amor.
Comentario. La información más completa sobre
esta ópera la encontramos en el trabajo de Miguel Ángel Palacios Garoz[3] .
Comienza dando noticia del origen de la obra:
“A principios de 1927 Antonio José
[Martínez Palacios] comienza a trabajar en uno de sus proyectos fundamentales, sin duda el más
ambicioso de todos los que emprendió: la composición de la ópera en tres actos El mozo de mulas. El libreto, basado en
un conocido episodio del Quijote, [incluido
en el capítulo XLIII de la primera parte] es obra conjunta de Lope Mateo y
Manuel Fernández Núñez. Ya en el verano de aquel año da a conocer, en un
“concierto íntimo” en el Coliseo Castilla, de Burgos, la reducción para piano
de la “Danza popular” del segundo acto, e interpreta ante Lope Mateo y su
maestro Beobide, en el colegio de La
Merced, de los jesuitas, la reducción completa del primer
acto. Y a finales de año [22–12–1927] le escribe a uno de sus amigos de Madrid:
“Estoy orquestando ya la ópera, cuya composición ya concluí”.
Durante el año siguiente rehace
algunas partes de la ópera (especialmente las escenas finales del segundo y
tercer acto) y sigue con su orquestación.”
Palacios Garoz continúa ofreciéndonos información
exhaustiva sobre la obra, desconocida en la actualidad, como prácticamente el
resto del catálogo de Antonio José:
“Tras el paréntesis de 1929, en que,
debido a su absorbente dedicación al Orfeón[4],
apenas pudo trabajar en la ópera, durante 1930 se vuelca intensamente en su
orquestación para presentarla al Concurso del Infantado en el mes de diciembre.
A pesar de no ser premiada su obra en tal concurso, sigue trabajando en ella
con fe durante los años siguientes. Y así, el 11 de noviembre de 1934, dirige
personalmente, en el Teatro Monumental, de Madrid, con la Orquesta Sinfónica
de Arbós, el estreno de “Preludio y danza popular”, dos fragmentos de la ópera.
El “Preludio”, de armonía wagneriana y orquestación impresionista al estilo de
Ravel, es breve, pero intenso y de trabajada factura. La “Danza popular”,
fragmento del segundo acto, que constituye un excelente trabajo rítmico,
armónico y tímbrico, está inspirada en un romance infantil que recoge en su
“Colección”[5] con el número 27.
De la excelente crítica que obtuvo
este estreno en la prensa madrileña extracto algunos párrafos, suscritos por
autoridades musicales tan destacadas como Turina, Rodolfo Halffter y Adolfo
Salazar. “El “Preludio” –decía Joaquín Turina en El Debate–, un poco wagneriano de sentimiento, se desenvuelve en un
ambiente de serenidad y dulzura; en
cuando a la “Danza”, está centrada en un diseño popular que, de modo
obsesionante, va de un instrumento a otro, sobre la base de un ritmo acusado.
Son dos trozos muy bonitos, que gustaron al auditorio, siendo ovacionado el
autor”. Rodolfo Halffter escribía en La Voz: “Esta obra, inspirada en el folklore
musical castellano, que Antonio José ha estudiado con tanta minuciosidad como
provecho, constituye un fragmento de una ópera escrita ya hace algunos años.
Grata de melodía y clara de orquestación, trabajada siempre con materiales
musicales de la más alta calidad, esta obra acusa la exquisita discreción y la
solidez y pericia técnicas de su joven autor. Antonio José, que dirigió su obra
con garbo y desenvoltura, obtuvo un éxito estimable”. Por su parte, Adolfo
Salazar concluía: “Agradable música, llana y eficaz, como corresponde a su
designio escénico, terreno en el que no se suele escribir mejor ni con más
conciencia que como lo ha hecho Antonio José”.
A pesar de estos buenos, excelentes, principios,
Antonio José no terminará la ópera. Una serie de desgracias familiares, su
madre y una tía morirán con una diferencia de poco más de una semana, y el mal
ambiente que se vive en Burgos (estamos en marzo de 1936), le provocan una
importante crisis de creatividad. Su asesinato, el 11 de octubre de 1936,
dejará la obra, definitivamente, inconclusa.
La ópera, completada en 1986 por Alejandro Yagüe,
a instancias del Ayuntamiento de Burgos,
requiere una orquesta importante formada por flautín, dos flautas, dos
oboes, corno inglés, dos clarinetes, clarinete bajo, dos fagotes, cuatro
trompas, tres trompetas, tres trombones, tuba, timbales, percusión (caja,
tamburo, triángulo, bombo, platillos, campanas), arpa, cuerda y una
rondalla.
En esta ópera en la que la orquesta tiene gran
importancia, aparecen los “leit–motiv” al estilo wagneriano, temas que
identifican personas, situaciones o sentimientos. Miguel Ángel Palacios escribe
que en el índice temático de la obra aparecen hasta 30 temas distintos. Por
otra parte, el mismo estudioso, declara que Antonio José empleó cuatro temas
populares castellano–leoneses, incluyendo la tonada que comienza: “¿Dónde vas a
dar agua, mozo de mulas?”. J.P.M.
[1] En la partitura editada por la Diputación Provincial
de Burgos, figura “ópera en tres actos” en las portadillas de los actos primero
y segundo, y “comedia lírica en tres actos (sobre un episodio del Quijote)”, en
la del tercero. Según Miguel Ángel Palacios, en el libro se define como “glosa
lírica de un episodio del Quijote, en tres actos y una apoteosis”.
[2] En la partitura se lee “sopa boba”, que
según definición de la Academia
es la “comida que se da a los pobres en los conventos”.
[3] M.A. Palacios. “Antonio José. Sinfonía
castellana, con preludio y cuatro tiempos”, en Ritmo, año L, núm. 496, noviembre 1979, pág. 51 y ss.
[4] Se refiere al Orfeón Burgalés,
que potenció extraordinariamente.
[5] Se refiere a su Colección de cantos populares burgaleses.
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