Manuel Fernández Caballero (Murcia, 1835 – Madrid, 1906), fue uno de los importantes compositores de zarzuela de mediados del siglo XIX, que después de unos primeros contactos con la música en su ciudad natal, se formó en el Conservatorio madrileño con Hilarión Eslava y Pedro Albéniz. Como director de orquesta realizó varias giras por España, Portugal e Hispanoamérica, especialmente Cuba, y como compositor escribió páginas tan queridas y conocidas como El cabo primero, La viejecita, Châteaux Margaux, Gigantes y Cabezudos, Los sobrinos del Capitán Grant o El dúo de la Africana.
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Manuel Fernández Caballero |
El
loco de la guardilla. Paso que pasó en el siglo
XVII, en un acto y en verso. Texto de Narciso Serra. Estreno: Teatro de la
Zarzuela el día 9 de octubre de 1861. Su acción se desarrolla en Madrid, en
1605.
Sinopsis.
Magdalena está muy preocupada porque cree enfermo
a su hermano Miguel, que se pasa el día encerrado en un cuarto sin dejar de
reír. Un Clérigo y un Doctor, que van a visitarle, terminan acompañándole en
sus carcajadas incontroladas. La razón es que Miguel está escribiendo un libro,
la historia de Don Quijote, y todos los que la leen ríen a mandíbula batiente. Alertado
por el temor de los vecinos, que creen loco a Miguel, acude un Familiar del
Santo Oficio que vaticina a Miguel el éxito y la fama futuras por su novela. El
Familiar es Lope de Vega.
Personajes
e intérpretes del estreno. Magdalena, beata y
hermana de Miguel[1]
(Dolores Fernández).
Miguel, hidalgo de cincuenta y un años
(Tirso de Obregón). Familiar del Santo Oficio (Ramón Cubero). Josef, sacristán
de monjas, enamorado de Magdalena (Vicente Caltañazor). Un Clérigo (Francisco
Calvet). Un Doctor (Francisco Arderíus).
Números
musicales. Dúo de Josef y Magdalena (“Tras de
callar dos años”). Coro de Vecinos. Coro, Magdalena, Josef (“Vecina, vecina,
¿qué ocurre, qué pasa?”). Lope y coro (“¡Qué bueno va!”). Final. Coro, Magdalena,
Miguel (“Gracioso está”).
Argumento.
Buhardilla humildemente amueblada al estilo del
siglo XVII. Magdalena se queja de la llegada de su hermano desde Valladolid porque
agravará su ya precaria situación económica.
Entra Josef con un canasto lleno de albas
para que Magdalena las planche (así se gana la vida). En la cesta vienen
también una vasija con chocolate y unos bollos que el sacristán ha sustraído
para que Magdalena pueda cumplimentar a las visitas que va a tener: el Clérigo
y el Médico. En realidad, Josef pretende ganarse el cariño de Magdalena por la
que siente un interés especial. Unas palabras amables de Magdalena recompensan
al enamorado sacristán que termina declarándose [Dúo de Josef y Magdalena[2]]
y confesando que por orden de las monjas a las que sirve debería casarse.
En la habitación de al lado se escucha
una carcajada; Magdalena confiesa estar preocupada. Josef anima a Magdalena a
que se prepara para recibir a los visitantes que no tardarán. Al quedar sólo,
sigue lamentando su situación amorosa.
Llegan el Clérigo y el Doctor y son
agasajados por Magdalena que confiesa el motivo de haberles llamado: su hermano
está enfermo … de risa. Magdalena resume la situación: su hermano, que estuvo
preso en Sevilla años ha, ha llegado desde Valladolid y se ha quedado a vivir
con ella. Desde entonces no hace más que reír y reír. Los vecinos le consideran
loco y le llaman “El loco de la guardilla”.
El Clérigo y el Doctor indagan detalles
sobre el enfermo y deciden entrar al cuarto para verle. Entra primero el
Clérigo y, al poco, se le escucha reír junto a Miguel. Al oírlo, Magdalena
piensa que el cura puede haberse contagiado, a lo que el Doctor responde que
pudiera ser. Entra el médico; y, de pronto, se le escucha reír junto a Miguel y
el Clérigo, lo que provoca temor en Magdalena,
Josef y hasta en los vecinos [Coro
de vecinos]. Magdalena y Josef, temerosos, se confiesan enamorados. Los
vecinos, curiosos, entra para ver qué ocurre y también terminan a carcajadas.
El escándalo ha provocado la llegada de
un Familiar del Santo Oficio que es puesto al día por Magdalena [Lope y coro].
Sale Miguel que, reconociendo al
Familiar, le saluda cortésmente y se explica: siendo ya pobre y viejo, decidió
escribir un libro y, al hacerlo, no puede evitar la risa. Cuando entraron el
Clérigo y el Doctor, les leyó un capítulo y estos también empezaron a reír.
Miguel entrega unas cuartillas al Familiar que empieza a leer. Mientras lo
hace, Miguel cuenta cómo conoció al Familiar: paseando por la puerta segoviana,
llegó al cementerio y vio un hombre y una mujer junto a un cadáver. El hombre,
sepulturero, se negaba a enterrar al difunto si la mujer no pagaba. Apareció un
cura y, sin mediar palabra, se despojó de la sotana y cavó una fosa y enterró
al muerto. Incrédulo, siguió al cura y contempló que todo el mundo le saludaba
con cariño, incluso el Duque de Sesa y el mismo Rey. Y averiguó que era Fray
Félix Lope de Vega.
Miguel agradece a Lope su presencia y
éste pregunta, a su vez, quién es. Al saberlo, Lope elogia y vaticina que su Don Quijote de la Mancha le dará fama en
el futuro. Lope estrecha la mano de Miguel, se declara su amigo y le promete
ayudarle en lo que necesite.
Cuando Lope y los demás salen, Miguel,
emocionado, pregunta a Magdalena qué hay de cenar. Nada, dice la mujer; no
importa. La esperanza de un mejor futuro será suficiente. [Final].
Comentario.
El loco de
la guardilla es más una obra cervantina que
quijotesca, y una de las más consideradas del maestro Fernández Caballero, como
demuestra, sin duda, que en 1888 se publicara la octava edición del texto.
La recepción de la obra fue muy positiva,
aunque las referencias fueron bastante resumidas. En El clamor público, el día 10 de octubre de 1861, se pudo leer esta
escueta nota:
Zarzuela. La novedad de anoche en este coliseo, El loco de la guardilla, fue justa y
estrepitosamente aplaudida por el escogido público que llenaba todas las
localidades. La ejecución nada dejó que desear y el autor, señor don Narciso
Serra, fue llamado dos veces a la escena en medio del mayor entusiasmo.
El Contemporáneo,
sin firma como el anterior, informa del homenaje
a Cervantes.
Anoche se verificó en el Teatro de la Zarzuela la
función dispuesta por el empresario, D. Francisco Salas, para conmemorar el
natalicio del príncipe de los ingenios españoles, Miguel de Cervantes Saavedra.
La producción, original del inspirado y festivo poeta
D. Narciso Serra, titulada El loco de la
guardilla, alcanzó un éxito extraordinario, tan entusiasta como justo,
deleitando su representación a la escogida y numerosa concurrencia que llenaba
todas las localidades el teatro, y prodigó al autor los nutridos aplausos que
su obra merecía, llamándole al proscenio en unión a los artistas que tan bien
la habían interpretado.
La señorita Fernández y los Sres. Obregón, Cubero,
Caltañazor, Calvet y Arderíus, encargados de su desempeño, caracterizaron
perfectamente sus respectivos papeles presentando a los ojos del espectador un
cuadro exactísimo de la época en que pasa la acción.
Merecen también mención honorífica el Sr. Fernández
Caballero, autor de la música, y el Sr. Vázquez de un himno[3]
que se cantó después, así como los Sres. Vega, Hartzenbusch, Frontaura y el
autor del apropósito mencionado, por las composiciones hechas en obsequio al
escritor insigne a quien aquel tributo de admiración se consagraba.
La
Época siguió la receta de la información escasa:
El público oyó con marcadas señales de aprobación el
paso que pasó en el siglo XVII, titulado El
loco de la guardilla, delicadamente escrito por el Sr. Serra, quien se
presentó en la escena con el Sr. Caballero, autor de la música. En la ejecución
de esta obrita tomaron parte la señorita Fernández y los señores Obregón,
Calvet, Caltañazor, Cubero y Arderíus, y en honor de la verdad debemos decir
que todos estuvieron perfectamente en sus respectivos papeles.
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Partitura para piano |
La sección “Teatros” de La Iberia publicó:
Teatro de la Zarzuela. Agradable fue el rato que
tuvieron anoche los concurrentes a este teatro, viendo representar el paso que pasó en el siglo XVII, titulado
El loco de la guardilla, debido a la
facilísima pluma de don Narcís Serra. El pensamiento está calcado en un cuento
del señor Hartzenbusch, La locura
contagiosa, pero a pesar de esto, bien puede asegurarse que es la obra más
literaria y más apreciable del felicísimo ingenio del señor Serra, a quien el
público aplaudió anoche de una manera tan espontánea como general. Muy bien
auguramos de los resultados de esta obra, si en las repeticiones que de ella se
den, los actores trabajan con tanto esmero como lo hicieron anoche Obregón,
Caltañazor, Cubero y la Fernández; llenaron cumplidamente su cometido y se lo hicieron
aplaudir con justicia. La poca música que tiene es de muy buen gusto,
especialmente el coro de la vecindad.
La
Regeneración expresó, en media docena de líneas,
una discrepancia:
Anoche se estrenó en el teatro de Jovellanos El loco de la guardilla, original del
Sr. Serra, y excepto las primeras escenas, en que se hace aparecer a un
sacerdote, cosa que desaprobamos, y que pudo suprimirse, sin perjudicar en nada
el conjunto del cuadro, nos parece esta obra bastante agradable.
La ejecución fue regular, y causó efecto el ver que el
loco era Cervantes, y que la locura la producían las risas en que prorrumpían
los que oían leer el Quijote.
Tampoco estuvo muy locuaz el anónimo
redactor de La Discusión, del día 11
del mes de octubre:
El loco de la guardilla. Este pasillo estrenado el
miércoles en la Zarzuela, ha sido uno de los mayores triunfos de D. Narciso
Serra y otro de los del Sr. Caballero.
El loco es Cervantes. Otro de los personajes es Lope.
El ingenio del autor se revela en lo fácil del cuadro, en los versos y en los
chistes; pero la prueba de su talento consiste en que siendo Cervantes el
protagonista, no cante una sola nota.
Esta opinión es otra prueba de lo mal
visto que estaba entonces sacar a la escena a las glorias nacionales.
El
Contemporáneo, del día 13, después de insertar un
resumen del argumento, y dejar constancia del escaso entusiasmo por el libro,
añadió:
El público, que no sospecha qué se va a encontrar con
tan importantes personajes, se queda muy complacido. Hemos de confesar, con
todo, que este paso no tiene, ni con mucho, aquella versificación suelta y
espontánea y aquellos chistes tan naturales que se admiran en otras obrillas
del Sr. Serra.
Varios días después del estreno,
concretamente el 27 de octubre de 1861, “Fabio” publicaba su opinión en El Mundo miliar:
Aún es tiempo de dar cuenta a nuestros lectores del
paso del Sr. Serra El loco de la
guardilla, que continúa representándose con aceptación en el favorecido
Teatro de la Zarzuela. Si por este paso juzgáramos a un poeta de condiciones
mas humildes que las que dan nombre al autor de quien se trata, pronto
hubiéramos salido del paso, exponiendo
nuestro juicio, sin las exigencias que deben emplearse, en quien como el Sr.
Serra, ocupa un lugar tan preferente en
la república literaria. Comenzamos por disculpar, en gracia a la manera
prudente y hábil con que está ideada, la presentación del gran Cervantes en la
escena de la Zarzuela, y pasando por alto el que este paso adquiera la
originalidad de su pensamiento en el conocido cuento del señor Hartzembusch, La locura contagiosa, diremos que en
esta obrita nos parece inferior y de escasa valía la primera mitad, hasta que
aparece el fénix de los ingenios Lope de Vega, para tener el gusto de saber el
nombre del manco de Lepanto. En esta parte encontramos rebuscamiento en la
frase, en el chiste y languidez en las escenas, pero en el resto, que aparece
con cierto colorido dramático, nos agradan los versos líricos del cuento de
Cervantes y la situación final que es original y de efecto. En el transcurso
del paso hay impropiedades, como la de ser
claro el chocolate y la que resulta de usar Lope de Vega la palabra gálica revancha (sic). Oscuridad en las ideas
como en la de
Y
he sufrido tanto, tanto
que
merezco ser altivo.
que cierta parte del público tiene por una profunda y
sentenciosa frase; y hay además inexactitud en hablar de un cementerio y otros
deslices que no apuntamos. El paso en lo general es incorrecto, y como quiera
que en obras de tal índole, donde se halla estancada la acción y es débil el
argumento, parece que el poeta debe esmerarse y cuidar de la forma y de los
accidentes, únicas cualidades que pueden darlas valor, nos lamentamos de que el
Sr. Serra no madure y acabe más sus producciones, dándolas más originalidad, abusando
menos de los retruécanos que ya ha empleado anteriormente, y buscando el efecto
en la parodia de cosas menos dignas de respeto que la bendición de un
sacerdote.
La música del maestro Caballero es fresca, ligera y
bella, especialmente el coro de las carcajadas.
Los actores que toman parte en la ejecución de esta
pieza declaman con una inchanzón (¡) y una ampulosidad dignas de la tragedia.
Obregón, sin embargo, se distingue por el buen decir, imitándole la señorita
Fernández, Cubero, Arderíus y Caltañazor.
En suma; el paso del Sr. Serra es muy superior a las
zarzuelas en un acto que de ordinario nos ofrece este teatro, pero inferior a
sus anteriores producciones de este género.
Información extensa nos la ofrece
Cotarelo[4],
aunque no esté de acuerdo con algunos detalles de la zarzuela:
Un gran éxito proporcionó al teatro de la Zarzuela don
Narciso Serra con su dramita titulado El
loco de la guardilla, al que puso un conato de música el maestro Caballero.
Varias circunstancias contribuyeron a dar inusitado relieve a este juguete,
porque, aparte de ellas y del brío y desenfado poéticos con que está escrito,
nunca se ha visto mayor cúmulo de errores históricos y de anacronismos.
Comenzaba entonces a popularizarse y a ser casi
adorado el nombre de Cervantes. Eligió Serra el día del aniversario del
bautismo del gran novelista (9 de octubre)[5]
para lanzar su ditirambo, y el público, que no quería parecer ignorante y ajeno
al mérito del autor del Quijote, tragó
como buenas todas las hipérboles y mentiras biográficas que a Serra le plugo
amontonar para hacer la apología de su héroe. Aquella famosa relación en
quintillas, que tan ruidosamente se aplaudía a Obregón y después de él a
cuantos actores la dicen, es toda ella un puro embuste, tanto más lamentable cuanto
que se trata de Cervantes y Lope de Vega, cuyas vidas ya entonces se conocían
bastante minuciosamente. Es, además, una
falsedad en cuanto a costumbres y hábitos sociales, pues ni entonces (es
decir, en la época de Cervantes, que es quien habla) se enterraban los
cadáveres en las afueras “de la puente segoviana”, sino en las iglesias y sus
cementerios a ellas unidos, ni había sepulturero que pudiese negarse a enterrar
el cuerpo que llegase a sus “dominios”; ni el rey Felipe III conocía a
Cervantes, etc. Pero está versificada
con tal soltura y vigor y contiene frases tan ingeniosas y agudas, como el
“porque de los muertos vivo”, que se explica la sugestión y embeleso del
público, y mucho más si una buena parte de él creía que era cierto lo que oía,
muy bien declamado por Obregón.
De la información disponible no podemos
conocer la calidad de la música, pues mientras que para Barbieri fue
“extraordinariamente aplaudida”, para Cotarelo se trataba, simplemente, de un
“conato”, es decir de un intento. Tan escasamente importante le parece a este
cronista, que ni siquiera ofrece en su libro, minucioso y detallado, la
relación de los números musicales de la obra. Sí le llamó la atención la
versificación realizada “con soltura, vigor e ingenio” que, además, fue muy
bien dicha por el barítono Tirso Obregón que fue su protagonista.
Una curiosa representación tuvo lugar el
25 de noviembre 1856, en el teatro privado de los Duques de Híjar. El diario La Época, al día siguiente, daba cuenta
de ella con:
la bella duquesa de Híjar, en el papel de la beata,
Esteban Canga en el de Cervantes, Vega (D. Ricardo), encargado del de Lope, su
hermano Ventura del de demandadero y Blasco, doctor del antiguo régimen,
presentaron un cuadro tan acabado como podría desear el más exigente. Un coro,
compuesto de varias señoritas y amigos de la casa, prestó mayor realce al
espectáculo, acompañado al piano por el Sr. Oudrid. En la dirección se
adivinaba una mano maestra, que no citamos, pero que también merece una buena
parte en el éxito.
Llama la atención que la acción se
desarrolle en 1605, pues tratando la zarzuela del proceso de escritura de la
novela, debería ser anterior, ya que la primera edición quijotesca salió el 16
de enero de 1605.
La obra fue bien recibida pues se ofreció
14 noches seguidas entre el 9 y el 22 de octubre y se dieron 38
representaciones en la temporada 1861/62[6].
El
loco de la guardilla, que fue dedicado “A la Excma. Señora Doña Raimunda Ceriola de
Carriquiri, dedica esta obrilla, como débil muestra de su invariable y amistoso
cariño”, tuvo una segunda parte, para el teatro hablado que se tituló El bien tardío, definida como “drama
original en un acto y en verso”. Se estrenó en el Teatro de la Zarzuela, de
Madrid, en octubre de 1867, y fue dedicada a Don Nazario Carriquiri, viudo de
Doña Raimunda.
[1]
El personaje podría ser real: Magdalena Cervantes (Valladolid, 1553–Madrid,
1611), hermana menor del novelista, mantuvo con él una cercana relación e
incluso vivieron en la misma casa en Valladolid y Madrid.
[2]
El libreto utilizado explicita una situación que suele ser muy frecuente: “En
la letra de la música ha habido que hacer variaciones; el lector la encuentra
aquí entera”.
[3]
La obra de Mariano Vázquez, fue cantada por un coro con intervención solista de
Luisa Santamaría y Luisa Lesén.
[4]
E: Cotarelo, Historia de la
Zarzuela o sea el Drama lírico en España. Desde su origen a
fines del siglo XIX. ICCMU. Col.
Retornos. Madrid, 2000, pág. 783.
[5]
Efectivamente, Cervantes fue bautizado el 9 de octubre de 1547 en la parroquia
de Santa María la Mayor,
de Alcalá de Henares.
[6]
Datos aportados por Carlos Mata Induráin: “Cervantes, personaje de zarzuela y
drama: El loco de la guardilla (1861)
y El bien tardío (1867), de Narciso
Serra” (Véase bibliografía).
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