El compositor
Tomás Barrera (La Solana (Ciudad Real), 1870–Madrid, 1938), escribió mas de sesenta obras líricas
de distinto tipo, entre las cuales alcanzaron fama títulos como El género ínfimo y La señora Capitana. Influido
por las ideas de Chapí sobre la música española, lo cual no es extraño, pues al
llegar a Madrid el compositor alicantino se convirtió en su guía y mentor,
Barrera fue uno de los promotores de la Sociedad de Autores. Puso música a libretos de los Quintero,
Arniches, Perrín y Palacios, García Álvarez, y otros, tanto de manera
individual como en colaboración con otros compositores, especialmente con
Vicente Lleó y Rafael Calleja. Fue también director de orquesta.
Zarzuela fantástica extravagante en un acto,
dividido en tres cuadros, en prosa, escrita por Sinesio Delgado, con música de
Tomás Barrera. Se estrenó el 12 de abril de 1907 en el Teatro de la Zarzuela, de Madrid. Su
acción transcurre en la “sierra de Ávila, verano, época actual”.
No tiene Espinós la más mínima piedad al
enjuiciar esta obra como fácilmente se deduce de sus palabras:
No se puede afirmar
que esta obra sea una interpretación musical de un episodio del Quijote; pero la presencia de los dos
protagonistas en esta fábula de El carro
de la muerte, sugerida por el recuerdo de aquella peripecia del caballero y
su servidor con la carreta que trasladaba a los cómicos del bululú de Angulo el
Malo, donde tiene su fundamento el capítulo XXI[1] de la
segunda parte del gran libro, fue la razón por la que quedó incluida entre las
piezas de la colección allegada por el Ayuntamiento de Madrid. Dada la mediocre
calidad de un libreto inferior, era muy difícil escribir sobre él una partitura
digna de atención. Se trata, en último término, de una zarzuela de ínfima
categoría, y, desde luego, mucho menos estimable que otras compuestas por el
manchego Barrera con algún provecho, en los instantes de auge del llamado
"género chico".
No hay dignidad
literaria en el cañamazo diremos poético
de El carro de la muerte, el cual no
puede quedar ennoblecido por su sola alusión al libro maravilloso y a sus
principales figuras, y aún menos tratándolas con irreverencia y plebeyez
deplorables.
La música, de
aplanadora vulgaridad, apenas acusa algún rasgo capaz de elevar el menguado
concepto que es preciso formar ante aquella sucesión de couplets, tangos, canciones seudorientales y coros sin el menor
relieve, a cargo de la "bella Zaida", la "Reina del
Molinete", la "Ricitos", las bayaderas, y otros tipos de varietés de último rango, sucios
estribillos y danzas no más limpias.
Givanel fue menos riguroso:
No hacía
referencia, a pesar de lo que sugiere el título, a ningún pasaje famoso de la
novela cervantina. La época de la acción era la contemporánea nuestra; pero
entre sus personajes –y únicamente por esto la citamos– figuraba, no obstante,
Don Quijote.
La obra fue estrenada por los siguientes
intérpretes: Balbina Albalat (La
Reina del Molinete, comedianta), María Santa Cruz (La Bella Zaida,
comedianta), Asunción Pastor (Cucú, comedianta), Julia Mesa (La Ricitos, comedianta),
Irene Alba (La señora Ramona, madre de Ricitos), Josefina del Campo (la Duquesa de Torremormojón),
Valentín González (Don Quijote), José Moncayo (Sancho), Antonio González (El
Zoquete, banderillero), Manuel Caba (El Pupas, banderillero), Enrique Gandía
(Silvio Leal, comediante), Luis Bayo (El Duque de Torremormojón), Felipe Arguyó
(Bernardo, pastor), Aurelio Delgado (Colás, pastor) y José Galerón (El
marquesito).
En cuanto a los números musicales,
forman la zarzuela: Cuadro I. Preludio
instrumental, “descriptivo de la noche de verano”. Allegro justo. Coro de
Silvio y las mujeres (La Reina
del Molinete, La Bella
Zaida, Cucú, La
Ricitos, Don Quijote y Sancho). (“Surgen de las sombras”).
Allegro justo. Tempo de seguidillas. Moderato. Cuadro II. Coro de pastores
(Pastores, Colás, Bernardo). (“Mirar hacia arriba”). Maestoso. Cuadro III. Dúo coreado del ensayo
(Silvio, Reina y 8 bayaderas) (“Detrás de esos chopos”). Allegro con brío. Cuplés
coreados de Zaida (La
Bella Zaida y Coro). (“Bien decía el Marquesito”). Tango
canallesco, baile solo. Orquestal. Galop
final, baile solo. (Don Quijote, Sancho, Marqués y bailarines).
Como bien escribe Espinós, la obra es pobre; un
simple entretenimiento cuya trama argumental resumimos.
Cuadro I. Don Quijote y Sancho duermen en el
monte cuando les despierta un extraño canto[2]
entonado por el Zoquete y El Pupas, dos pobres novilleros. En la conversación
subsiguiente nos enteramos de que Don Quijote ha sido sacado de su sepultura
para celebrar su centenario[3], pero
los festejos que se preparan en su honor le decepcionan y encuentra a España
tan cambiada (ya hay incluso ferrocarril) que decide regresar a su tumba y en
su búsqueda anda. Los maletillas se retiran y al poco aparece un carro de
comediantes, “con carga de mujeres con vestidos
ricos y vistosos”, que Don Quijote cree prisioneras de Silvio. Los
comediantes cantan y bailan [Coro de Silvio y las mujeres] y ellas
coquetean con el caballero, al que han reconocido. Las mujeres, a requerimiento
de Don Quijote, confiesan estar en esa profesión por la necesidad de comer, lo
que da pie al caballero para salir en su amparo, pero tendrá que hacerlo a pie
porque los novilleros le han robado a Rocinante, y el rucio a Sancho.
Cuadro II. Estamos en un bosque en el se
encuentra un grupo de pastores [Coro de
pastores]. El Duque y la
Duquesa aparecen extrañamente vestidos de automovilistas y
los pastores salen en su persecución. A los gritos de auxilio de la Duquesa acude Don Quijote
y tras salvarla, es invitado por la dama a subir al automóvil y seguir así
camino hasta el pueblo cercano.
Cuadro III. Plazoleta del pueblo. Silvio dirige
a un coro de bayaderas [Dúo coreado del
ensayo] y tras el ensayo Sancho, solo, reflexiona sobre su mala suerte y la
de su amo que ha sido encarcelado por el Duque. Aparece Ramona, que confunde a
Sancho con uno de los titiriteros y le confiesa que está buscando a Zoquete,
quien se le llevó una hija que es, ni más ni menos, que La Ricitos. Cantando
Ramona la historia de su vida al sorprendido Sancho, aparece Don Quijote
dispuesto a abandonar el pueblo, pero en ese momento, se escuchan los gritos de
socorro de Zoquete que ha sido encontrado por Ramona. Tras una discusión en la
que el caballero trata de mediar, Zoquete consigue huir. Los comediantes
representan su función [Cuplés de Zaida]
y bailan, incluso [Tango canallesco].
Don Quijote interrumpe el espectáculo tratando de rescatar a La Ricitos, pero lo que
consigue es que le apaleen al tiempo que comienza un “galop de las banderas” [Galop final] desenfrenado y cancanesco.
Don Quijote, maltrecho y en el suelo, pide a Sancho que le envuelva en una de
las banderas y le devuelva al sepulcro.
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El compositor Tomás Barrera |
com muerte, dedicada por Sinesio Delgado a Luis Pascual
Frutos, “en prueba de verdadera amistad”, es un Quijote trasplantado a un mundo
actual –el de entonces– en el que el caballero continúa con sus obsesiones y
desvaríos alrededor de los personajes que le han tocado en suerte. El ambiente
que se describe es deliberadamente grotesco. No otra conclusión se desprende
del argumento que acabamos de resumir y aún de algunos detalles complementarios
al texto como son las descripciones de las vestimentas de los comediantes y los
duques. Para los primeros, el libreto indica: “...Silvio Lilial, con frac rojo,
calzón de seda, pelo lacio pegado a las sienes, monóculo grande y sombrero
flexible, graciosamente arrugado. Lleva en la diestra un gran farol
modernista”. Las cuatro mujeres que le acompañan, es decir la Reina del Molinete, la Bella Zaida, Cucú y La Ricitos, han de llevar trajes “caprichosos y
brillantes a gusto de las consumidas”. Los duques “visten trajes de
automovilistas, exactamente iguales. Guardapolvo gris hasta los pies, gorra con
orejeras y tapabocas y grandes anteojos que les cubren casi toda la cara. Entre
unas cosas y otras, de las personas se descubre muy poco y parecen dos bichos
raros enteramente”.
En el libreto se utilizan palabras textuales
extraídas del Quijote y los dos
protagonistas hablan en su lenguaje habitual.
Por último, hemos de añadir, que esta misma obra
también aparece citada con el erróneo título de Don Quijote de La Mancha.
El la
producción de Tomás Barrera aparece otra obra titulada El carro de las cortes de la
muerte. En el libro sobre la historia de la Orquesta Sinfónica
de Madrid, escrito por Carlos Gómez Amat y Joaquín Turina Gómez[4],
figura el estreno de esta composición, el 13 de noviembre de 1932, Víctor
Espinós en su biografía de Arbós también da cuenta de este estreno[5].
Igualmente, Roger Alier, en su obra sobre la zarzuela, cita una composición con
este mismo título[6] al escribir el breve
comentario biográfico del compositor. Además, la obra también figura en el
catálogo incluido en la biografía del compositor en el Diccionario de la
Música Española e Hispanoamericana, aunque dentro del apartado de música
sinfónica.
En el catálogo de los fondos musicales de la SGAE[7],
figura como “obra sinfónica”, para la que se requiere una plantilla formada por
dos flautas, dos oboes, dos clarinetes, dos fagotes, cuatro trompas, dos
trompetas, tres trombones, tuba, timbales, percusión, piano y cuerda.
Considerando la diferencia de fechas con la obra
anterior, quizá ésta fuera una adaptación de parte de aquélla. J.P.M.
[1] Se trata de un pequeño error; la
única vez que se cita a Angulo el Malo, sobrenombre del comediante cordobés
Andrés Angulo, es en el capítulo XI, de la segunda parte. Don Quijote encuentra
“recitantes de la compañía de Angulo el Malo”,
vestidos con ropas teatrales porque acaban de representar el auto de Las Cortes de la Muerte y van a repetirlo en otro lugar, tan
cercano, que nos les ha merecido la pena cambiarse.
[2] Es el otrora famoso “Tango del
morrongo”, pícaro número de Enseñanza
libre, de Perrín y Palacios con
música de Giménez, estrenado en diciembre de 1901 en el Teatro Eslava.
[3] Es claro que se refiere al III
Centenario.
[4] Gómez Amat, C. y Turina, J. La
Orquesta Sinfónica de Madrid. Noventa años de Historia. Alianza Música, nº 68. Madrid, 1994, pág.
98.
[5] Espinós. V, El maestro Arbós (Al hilo del recuerdo).Espasa Calpe. Madrid, 1942,
pág. 182.
[6] Alier, R. y colab. El libro de la Zarzuela. Ediciones Daimon, Manuel Tamayo.
Barcelona, 1982. Vol. I, pág. 168.
[7] VV.AA. Catálogo de los fondos
musicales de la
Sociedad General de Autores y Editores. Vol. II. Música
Instrumental y vocal. SGAE. Madrid, 1995, pág. 43, núm. AS–331.
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