jueves, 11 de enero de 2018

Federico García Lorca. Obras cervantinas.



Poeta y dramaturgo español (Fuente Vaqueros, Granada, 1898–Granada, 1936), el autor español más universal del siglo XX, por la fuerza y la calidad de su obra que le ha colocado en  lugar privilegiado en a literatura universal. Estudió en su ciudad natal y entre 1919 y 1928 vivió en la Residencia de Estudiantes, de Madrid, donde trabó amistad con personajes como Salvador Dalí, Rafael Alberti, Luis Buñuel y otros. Viajó a Nueva York y Cuba en 1929–30 y a Argentina y Uruguay en 1933–34.  Escribió obras teatrales y poéticas que le hicieron muy conocido y que no parece necesario recordar. Fue director del teatro universitario La Barraca, actividad por la que aparece en estas páginas. Su relación con la música es muy directa pues fue una disciplina que estudió formalmente en su juventud y a la que no se dedicó porque su padre no se lo permitió. Intervino junto a Manuel de Falla en la organización del Concurso de cante Hondo, tocaba el piano y armonizó varias canciones populares. En su obra hay constantes referencias a la música.


La relación de García Lorca, como músico, con el mundo Cervantino. tiene que ver con La Barraca, grupo de teatro universitario, ambulante, coordinado y dirigido por Eduardo Ugarte y García Lorca, creado en 1931 con intención de llevar el teatro clásico español a lugares con poca o ninguna actividad cultural.  Este grupo puso en escena algunas obras de Cervantes (y de otros autores), para las que Lorca compuso algunas ilustraciones musicales.




El retablo de las maravillas.
En la versión de El retablo de las maravillas, ofrecida por La Barraca, se utilizaban unas sevillanas (“Camino de Sevilla”) del poeta granadino, interpretadas en 1932 por La Argentinita y Pilar López.

La guarda cuidadosa.
Se utilizaban las Canciones populares antiguas, recogidas y armonizadas por García Lorca, y otras dos canciones propias Según Ángel Barja[1] dos pequeñas canciones se podían escuchar en la representación de este entremés. La primera de ellas, en off, interpretada por Cristinica, la doncella, detrás de una ventana, tras la que limpia o lava, se relaciona con La guarda cuidadosa.:

Sacristán de mi vida
tenme por tuya
y fiado en  mi fe
canta aleluya, tralará.

La segunda, ponía fin al entremés y era coreada por todos los personajes intervinientes:

Que donde hay fuerza de hecho
se pierde cualquier derecho.


Los dos habladores.
La versión de este entremés cervantino realizada por La Barraca, en 1923, llevaba ilustraciones musicales de Lorca. Según Ángel Barja[2] la música aparecía al final de la representación, en el momento en que se retiraban los personajes. Para el texto final, “Vete, vete, pícaro hablador…”, Lorca usaba una tonada sobre la que Barja escribe:

“Ignoro si la tonada a la que aludo la tomó prestada Federico de algún viejo autor, del estribillo de alguna vieja canción popular o, simplemente se la inventó é; en todo caso, no la he vuelto a oír cantar en ninguna ocasión, fuera de la despedida bailada de los personajes de Los dos habladores.”

La elección de los alcaldes de Daganzo.
Para el conocido texto “Pisaré yo el polvico”, se usaban unas seguidillas también utilizadas por La Barraca en la representación de La dama boba, de Lope de Vega, ofrecida en La Chopera del Retiro, de Madrid, el 27 de agosto de 1935. J.P.M.



[1] SÁENZ DE LA CALZADA, Luis. La Barraca. Teatro Universitario. BARJA, Ángel. Federico García Lorca y sus canciones para La Barraca. Publicaciones de la Residencia de Estudiantes. Madrid, 1998, Pág. 328..
[2] A. Barja. Op. cit. Pág. 327.

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