Compositor ruso (1903–1978) nacionalizado norteamericano, formado
en Berlín y Stuttgart. Se estableció en Nueva York donde dio a conocer
prácticamente todas sus obras, entre las que se encuentra una Sinfonía Bíblica, una ópera titulada La muerte de Rasputín, y el ballet Union Pacific, además de un concierto
para piano, música incidental y otras obras.

El propio Balanchine escribió a propósito de esta
obra:
“Leí a Cervantes por primera vez en ruso, pero
desde entonces he leído pasajes de Don
Quijote igualmente en inglés y francés. La idea de hacer un ballet sobre
este personaje me ha pareciendo siempre natural e inevitable, algo que quería
en cualquier momento y cuando surgiera la oportunidad. Tal vez haya visto otros
ballets sobre Don Quijote pero apenas
los recuerdo. El ballet de Petipa, con música de Minkus, figuraba en el
repertorio del Marinsky cuando era niño (bailé en esta producción en 1916,
cuando tenía doce años), pero no era obra seria y no figuraba entre mis favoritas.
Hace veinte años descubrí que mi amigo el compositor Nicolás Nabokov compartía
el mismo entusiasmo por Don Quijote. Había escrito una suite orquestal sobre
Don Quijote y Dulcinea que me gustaba. Hablamos entonces de hacer un día un
ballet de larga duración sobre el tema, pero eso fue varios años antes de que
se presentara la ocasión. Comenzamos a preparar en detalle el argumento.

Mi interés en Don Quijote ha estado siempre
en el héroe que encuentra un ideal, algo por lo que vivir, sacrificarse y a lo que
servir. Todos los hombres desean una inspiración. Para Don Quijote era
Dulcinea, una mujer que buscó con aspectos muy distintos. Por mi parte, creo
que esto también es verdad en la vida, que todo lo que hace el hombre es por su
mujer ideal. Se vive sólo una vez y se cree en algo y yo creo en eso.”
Es obra con referencia renacentistas y barrocas, aunque sin citas
de la música tradicional española, salvo en el número titulado “Rogaudon
flamenco”.
“De hecho, varios elementos de la obra dejaron perplejos a los
críticos. La parte escénica, que incluye siete cambios de escena, un molino de
viento gigantesco, un teatro de títeres, un caballo, un asno y una muchedumbre
de niños, les pareció demasiado complicada. También algunos críticos
calificaron como un fracaso el tratamiento cariñoso de Balanchine-Nabokov al
protagonista y sus visiones idiosincrásicas. A estos críticos les resultó
difícil reconciliar los elementos cómicos con el tono esencialmente
trascendental del ballet, insistiendo en la imposibilidad de representar
coreográficamente grandes temas como el honor o el idealismo: de hecho como el
ballet termina con la muerte de Don Quijote, celebrada con una procesión litúrgica,
el espectador saca la conclusión que el protagonista es un héroe trágico, hasta
un mártir”.
[1]
Hess, Carol A. “La
presencia de Cervantes en la música estadounidense del siglo XX: recepción y
significado”, en Lolo, Begoña (Ed.). Cervantes
y el Quijote en la música. Estudios sobre la recepción de un mito. (Col. de
artículos presentados al Congreso Internacional Cervantes y el Quijote en la Música, Madrid, 2005). Ministerio de Educación y Ciencia.
Centro de Estudios Cervantinos. Madrid, 2007. Pág,
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