domingo, 25 de abril de 2021

Castilla-Ávila, Agustín. La Dulcinea de Don Quijote.

 

Guitarrista clásico y compositor español (Jerez de la Frontera, Cádiz, 1974) estudió en el Conservatorio de Sevilla, en el Mozarteum de Salzburgo y en el Conservatorio de Luxemburgo. Ha actuado en distintas capitales y festivales europeos y en Estados Unidos. Como compositor ha escrito obras instrumentales, para coro y dos óperas de cámara. La Dulcinea de Don Quijote, la que aquí nos interesa, le fue encargada por el Festival de Passau (Alemania) en su edición de 2010. Intervinieron en el estreno, el 13 de junio del mencionado año, Katharina Schwartz, soprano; Norbert Steidl, barítono, y Enrique Adrados, tenor y narrador.

La obra se basa en unas imaginadas cartas cruzadas entre Don Quijote y Dulcinea (a la que el autor llama “Doncella del Sol”), en las que aparecen reflexiones sobre distinta temas y las experiencias individuales de cada uno. Esta ópera de cámara, que puede ser considerada “un ensayo sobre la fantasía y la realidad”, está escrita para soprano, tenor, narrador-barítono y un pequeño grupo instrumental (flauta, violonchelo, guitarra y dos percusionistas).  Con este conjunto Castilla-Ávila explora un amplio abanico tímbrico empleando toda suerte de efectos sonoros.

 Se ha visto también en:  San Petersburgo, en el Festival Tardes de España, 2011 (en su versión en castellano), y en el Teatro Villamarta, de Jerez de la Frontera, en 2013, interpretada por Katharina Schwarz, Bernd Lambauer y Dmitri Ribero, e instrumentistas del Zahir Ensemble, todos dirigidos por Juan García Rodríguez. J.P.M.

 Un fragmento de la versión de San Petersburgo puede verse en: https://www.youtube.com/watch?v=9HsGeYs0u-k

 

 

jueves, 22 de abril de 2021

José Buenagu. Pensares de Rocinante.


 Ópera de cámara en un acto escrita por Justo Merino y estrenada en el Auditorio Nacional de Música (Madrid), Sala de Cámara, el 24 de abril de 2015.

Personajes e intérpretes del estreno: Marina Pardo, mezzosoprano (Obdulia). Pilar Jurado, soprano de coloratura (Dulcinea). Alfredo García, barítono (Rocinante). Miguel Mediano, tenor (Sancho). Jerónimo Marín, barítono (Alonso).

En el libreto, los personajes tienen una descripción que puede ayudar a entender su particular idiosincrasia: Obdulia, intelectual con presencia escénica y notable personalidad; Dulcinea, moza atractiva, desenvuelta y de alocado dinamismo; Rocinante, delgado pero de complexión atlética, de dinamismo equilibrado; Alonso, figura alta y angulosa, carácter imprevisible por exaltado; Sancho, grueso y de modesta estatura, carácter sincero, abierto y rural; El Gaitero (sin intervención lírica), de indiferente físico, actor instrumentista de gaita o dulzaina.

 

Alfredo García y José Buenagu

En el libreto, los personajes tienen una descripción que puede ayudar a entender su particular idiosincrasia: Obdulia, intelectual con presencia escénica y notable personalidad; Dulcinea, moza atractiva, desenvuelta y de alocado dinamismo; Rocinante, delgado pero de complexión atlética, de dinamismo equilibrado; Alonso, figura alta y angulosa, carácter imprevisible por exaltado; Sancho, grueso y de modesta estatura, carácter sincero, abierto y rural; El Gaitero (sin intervención lírica), de indiferente físico, actor instrumentista de gaita o dulzaina.

Números musicales. Aunque se trata de una ópera (que en algún momento tiene partes habladas), los números musicales indicados en el libreto son los siguientes: Aria de Sancho (“Ave solitaria y emblemática”). Aria de Obdulia (“En tu condición y en mi presencia”). Dúo de Obdulia y Rocinante (“En toda obra humana”). Dúo de Alonso y Sancho (“Ventura fue la nuestra”). Aria de Alonso (“Sencillamente ser soñador”). Rock de Dulcinea (“Serénese, que volverá”).  Aria de Rocinante (“Es mi señor, es mi señor”). Final. Sevillanas (“¡A Sevilla que nos vamos a Sevilla!”).

Argumento. Sancho lamenta lo caro que está el mercado cuando Obdulia presenta a Rocinante, esquelético y desmadejado, aunque tiene la potestad de hablar. Obdulia señala que Rocinante tiene hambre y Alonso contesta que es porque quiere: un caballo come hierba y ahí la hay. Sancho también interviene en defensa del caballo y la vista majestuosa de un águila, le inspira para cantar [Aria de Sancho].

Alonso y Obdulia se retiran y Rocinante entabla conversación con Sancho, señalando su disconformidad con alguna de las ideas escritas por Cervantes. Sancho defiende las actuaciones de Alonso, recomienda a Rocinante que no proteste tanto y se marcha. Rocinante queda solo y recuerda su pasado quejándose.

Vuelve Sancho con una cuerda y, al echársela al cuello a Rocinante, Obdulia le llama la atención por intentar atar a una criatura tan noble. Sancho obedece. Obdulia canta al caballo [Aria de Obdulia].

Rocinante pregunta si es importante que él hable o cante [Dúo de Obdulia y Rocinante] y recuerda los malos momentos pasados, entre ellos el rechazo que sufrió con unas yeguas.

Alonso recrimina a Sancho que se deje ordenar por Obdulia, recordando sus experiencias, como la de Sierra Morena, la carta a Dulcinea… [Dúo de Alonso y Sancho]. 

Entra Dulcinea y se dirige a Alonso con modos chulescos y barriobajeros, burlándose de él. Alonso nada entiende y sigue viéndola como a su dama imaginada. Aparece Rocinante quejándose de que tiene hambre. Entra Sancho con bebidas y queso y Rocinante se acerca a la mesa, ante el enfado de Alonso. Sancho intenta llevarse al caballo que le da una patada, aunque termina retirándose.

Alonso cree que Obdulia le engaña con algún truco, pero esta comenta que Rocinante puede hablar porque es inmortal, como lo son Alonso, Sancho y Dulcinea, mientras que ella es sólo un soñador/soñadora [Aria de Alonso].

Alonso pregunta por su lanza y Sancho le entrega una fregona con la que nada puede hacer mientras le falte su caballo. Dulcinea trata de calmarle [Rock de Dulcinea]. Aparece Rocinante, alegre por volver junto a su dueño [Aria de Rocinante].

Alonso se sorprende del prodigio de que su caballo, en efecto, hable y piense. Todos, alegres piensan en ir a la Feria de Sevilla. Montan en un coche y mientras cantan, Obdulia les despide agitando las manos [Final].

Cartel del estreno.

 Comentario. Ópera encargada por el Centro Superior de Investigación y Promoción de la Música (CSIPM) de la Universidad Autónoma de Madrid, responde al concepto de “ópera de cámara”. De unos 80 minutos de duración, intervienen en ella cuatro personajes cervantinos trasplantados a la actualidad, a los que se une Obdulia, antiguo maestro de escuela en El Toboso, hoy travestido. Quizá lo más sorprendente sea, no sólo que Rocinante protagonice una obra musical quijotesca, sino que además hable. Junto a ellos Alonso (trasunto de Don Quijote) y Sancho. Por último, Dulcinea, que interviene sólo al final, se presenta como una roquera moderna y pasota. La presencia de la inmaterial amada, y otros detalles, dan comicidad a la historia de manera que bien podríamos decir que estamos ante un “juguete” e incluso una “ópera bufa”, términos que se aproximan más a la naturaleza de la partitura que el de “ópera de cámara”, que tiene que ver más con el tamaño y los recursos.

Con estos ingredientes y una orquesta formada por cuerdas, maderas, metales, percusión, tres guitarras eléctricas, una clásica amplificada y una gaita o dulzaina, se forma una partitura de una decena de números de variados estilos estructurada en tres escenas y que ofrece, según los autores escriben en el programa de mano del estreno:

 novedosas aportaciones que son de indiscutible atractivo intelectual y, por ende, de alcance tanto social como artístico. Piénsese en lo insólito de que los cuatro personajes rescatados de la universal novela se vean compartiendo escenario hoy bajo la esencia de humanos reencarnados y situados en  nuestro siglo XXI”.

José Prieto Marugán.

martes, 20 de abril de 2021

Federico Moreno Torroba. Aventuras y desventuras de Don Quijote.

Compositor y empresario español (Madrid, 1891–1982). Hijo del también compositor José Moreno Ballesteros, desde niño sintió inclinación por la música y se dedicó a ella con intensidad a lo largo de su dilatada vida. Estudió con Conrado del Campo y uno de sus primeros estrenos fue La ajorca de oro, poema sinfónico interpretado por Arbós y la Orquesta Sinfónica de Madrid en 1918. Aunque siempre cultivó la música instrumental, (sus obras para guitarra figuran entre las mejores del repertorio),  desde 1924 empezó a trabajar en la música de escena, la zarzuela, en la que nos ha dejado ejemplos fundamentales del género: La marchenera (1928), Luisa Fernanda (1932), Monte Carmelo (1939), o La chulapona (1934). Fue también empresario y director de compañías de zarzuela, y director de la Sociedad de Autores.

 

Su ballet sobre el Quijote, se tituló inicialmente Aventuras y desventuras de Don Quijote, y se estrenó en el Teatro de la Zarzuela, de Madrid el 4 de noviembre de 1964, con coreografía de Luis Pérez Dávila, “Luisillo” (que hizo además, el papel de Sancho Panza), figurines de Carlos Vidiaurre, decorados de Vidiaurre y Cortezo, dirección de coros de José Perera y dirección musical de J.R. Azagra.

 El compositor en su autocrítica[1] expresaba:

“Mi partitura fue escrita con el máximo entusiasmo y, claro está, no he tratado de poner música al Quijote, sino tan solo subrayar líricamente la acción de algunos episodios y resaltar coreográficamente otros. Para eso me he apoyado en algunos temas populares, aun no siendo característicos de la región manchega, porque su carácter cadencioso y rítmico me parecían aplicables al ambiente, y tanto estos como algunas otras danzas, tonadas, zarabandas y melodías cortesanas han sido elaboradas y zurcidas por mi, a través de los seis episodios de que consta el “ballet”, con el mejor deseo. Confío en haber podido interpretar  fielmente el espíritu  de la obra inmortal y haberla servido con humildad, y que quienes oigan mi partitura la encuentren adecuada a su altísima motivación”.

 Enrique Llovet, al día siguiente, expresaba sus opiniones en ABC[2]:

 “Aventuras y desventuras de Don Quijote es una pieza de corte tradicional que, en seis estampas, trabaja muy bien el riquísimo fondo de los temas populares. Quiero decir que, a mis cortas luces musicales, lo que Moreno Torroba ha hecho es tratar seis estampas singulares en la vida de Don Quijote. Cinco de ellas tienen, sobre todo, mucha sustancia popular. Pero el “ballet”, la concepción y la intención del “ballet”, está en el cuarto episodio, único del que es eje Don Quijote.

Espectacularmente ya me atrevo a decir algo más. El tema es tratado con puerilidad y buena intención. Don Quijote se evapora. Todo lo que le rodea, el gran fresco manchego, los vendimiadores, los galeotes, las visiones, las danzas del Corpus, la Corte de los Duques y los pescadores catalanes tiene gracia popular. Lo que no está es el tema de Don Quijote. Ni Don Quijote. Ni siquiera Sancho. Moreno Torroba ha estructurado su “ballet” con la norma de aquellos grandes repasos históricos –la norma inolvidable de la inolvidable Ludmila–, pero, en la práctica, las notas impresionistas han sustituido a la danza. Y hoy el “ballet” puede ser impresionismo y composición plástica. mimo y pantomima, pero tiene que ser, además, danza. Luisillo no danza en Aventuras y desventuras de Don Quijote. Su coreografía es una cadena de expresividades, resúmenes y estilizaciones, generalmente bella y cuidada. Pero falta el núcleo central. Ello en cierta manera, produce la impresión de que las Aventuras y desventuras de Don Quijote están más cerca del teatro que del baile puro. Del baile hay, por supuesto, los dos pilares sólidos y prácticamente exclusivos de nuestra escuela: la línea del bolero y la línea del fandango, arregladas y suplementadas por la gracia madrileña de Moreno Torroba y por ciertos hallazgos netamente populistas de Luisillo.

Sonaron los coros con la tradicional pulcritud de Perera. Sonó firme y segura la orquesta bajo la batuta de Azagra. Conchita Antón, Carmen Aracena y Nuria Ranz, compartieron con Acosta –un Don Quijote fúnebre, pero noble– y Luisillo, Sancho pantomímico, el peso de la representación.”

 

Una escena del ballet.

En 1970 se representó en Helsinki, con el título abreviado de Don Quijote, en la Suomen Kansallisooppera, siendo recibido favorablemente.

En 1982, se presentó una nueva coreografía de Luisillo de este ballet en  seis episodios y un epílogo. No tenemos constancia de que la partitura fuera revisada por el compositor, pero el estreno tuvo lugar  el 12 de julio de 1982 en Ciudad Real, con los bailarines Paco Morell y Juan Mata, en los papeles de Don Quijote y Sancho, respectivamente. También se vio en el Teatro de la Zarzuela.

De la crónica  escrita por Alfonso Castro sobre esta reposición entresacamos los siguientes comentarios[3]:

"Es Don Quijote la obra de danza española de más larga duración. Ha sido concebida para ofrecerla al público como única obra de programa, sin necesidad de ir conjuntamente con otras. Mas de hora y media [la versión en disco dura unos 50 minutos] ininterrumpida, lo que le da unas ciertas características innovadoras de gran obra, "de ópera maestra" nacional. Es también el montaje más caro del Ballet Nacional. El creador de la coreografía, Luisillo, manifestó que era la obra que deseaba hacer en su vida ". … "En siete partes ha dividido Luisillo su obra, escenificando algunos de los pasajes más significativos del texto cervantino. Seis episodios y un epílogo, que lo recorren de principio a fin: Los molinos de viento, la externa alucinación de don Quijote; Los galeotes, episodios universalmente considerados como la parábola de la humana ingratitud; Hay que salvar a Don Quijote (¡salvarle!), la famosa conjura del cura y del barbero para encerrar a Don Quijote en la jaula de la carreta de bueyes; Dulcinea, el conjunto ideal de todas las perfecciones que se pasean por la mente de Alonso Quijano; Altisidora, la princesa que embauca a Don Quijote fingiéndose enamorada de él; Vencido sois, caballero, la mayor de todas las derrotas, la que más pesadumbres le dio a Don Quijote, la que le llevó de Barcelona a La Mancha directamente al lecho de la muerte, y, por último, el epílogo, Vivir, soñar, morir ".

Luisillo declaraba días antes del estreno de esta nueva reposición:

"En realidad he hecho una obra de teatro interpretada por bailarines, en vez de por actores. Efectivamente, Don Quijote, es una obra de ballet narrativa, absolutamente entendible. Con una gran profusión de gestos, mímica, expresión corporal, de movimientos, a la que sólo falta poner la palabra".

 

Antonio Fernández-Cid escribió:

 

“El maestro Moreno Torroba ha escrito una música muy jugosa, donde no falta la cita al folklore popular manchego, representativo de una región y un ambiente, introduciendo la novedad de incluir un coro (en un ballet) que a veces canta “a capella”, con la impronta de nuestra mejor polifonía.

La música de Federico Moreno Torroba [ofrece] una especie de poema sinfónico, de tinte neorromántico […] descriptivo como un paisaje, dividido en seis episodios cruciales en la vida del caballero andante y de Sanch Panza.

[…]  la partitura extensa y ambiciosa de Moreno Torroba es el fruto de un maestro que sabe orquestar, conoce y domina el capítulo de la instrumentación y el tratamiento de las voces[4]”.



En las notas incluidas en la grabación discográfica que se hizo de esta obra, el propio compositor dejó escrito:

 "Atraído irresistiblemente por la inmortal ejemplaridad del Caballero de la Triste Figura, he concebido un espectáculo, danza, mímica y vocal, que con la admirable añadidura de una coreografía montada por "Luisillo" he dedicado al Ballet Nacional, dirigido por el genial Antonio. No he prescindido de los materiales técnicos que sustentan mi modo de crear, y en lo que puede definirse como inspiración, el remanso lírico de la llanura manchega, llegando hasta el jubiloso ritmo de una jota. Y en lo dramático, en el ocaso de la aventura de Alonso Quijano, los temas de ambiente popular ilustran vocalmente el discurso musical de esta mi obra, que he escrito con la devoción y respeto que merece el prodigioso tema cervantino".

 Aunque en la grabación discográfica existente (por la Orquesta Sinfónica de Praga, para Discos Columbia), no figura nombre alguno, hay que destacar la presencia de un coro, al que Moreno Torroba ofrece cierto protagonismo, ya que en el episodio IV, canta, incluso, a capella. José Prieto Marugán



[1] ABC, 4-11-1964.

[2] E. Llovet. “Estreno del “ballet” Aventuras y desventuras de Don Quijote, en la Zarzuela. ABC, 5-11-1964.

[3] A. Castro. "El Ballet Nacional Español incorpora a su repertorio la obra Don Quijote", en El País, 16-7-1982.

[4] A. Fdez-Cid. “El Nacional Español estrenó “Don Quijote” de Moreno Torroba”, en ABC, 9-10-1982. Extraído de

Walter Aaron Clark y William Craig Kraus. Federico Moreno Torroba. Una vida musical en tres actos. ICCMU. Col. Música Hispana. Textos. Biografías. Madrid, 2020, pág. 259.