Compositor y empresario español (Madrid,
1891–1982). Hijo del también compositor José Moreno Ballesteros, desde niño
sintió inclinación por la música y se dedicó a ella con intensidad a lo largo
de su dilatada vida. Estudió con Conrado del Campo y uno de sus primeros
estrenos fue La ajorca de oro, poema
sinfónico interpretado por Arbós y la Orquesta Sinfónica
de Madrid en 1918. Aunque siempre cultivó la música instrumental, (sus obras
para guitarra figuran entre las mejores del repertorio), desde 1924 empezó a trabajar en la música de
escena, la zarzuela, en la que nos ha dejado ejemplos fundamentales del género:
La marchenera (1928), Luisa Fernanda (1932), Monte Carmelo (1939), o La chulapona (1934). Fue también
empresario y director de compañías de zarzuela, y director de la Sociedad de Autores.
Su ballet sobre el Quijote, se tituló inicialmente Aventuras
y desventuras de Don Quijote, y se estrenó en el Teatro de la Zarzuela, de
Madrid el 4 de noviembre de 1964, con coreografía de Luis Pérez Dávila, “Luisillo”
(que hizo además, el papel de Sancho Panza), figurines de Carlos Vidiaurre,
decorados de Vidiaurre y Cortezo, dirección de coros de José Perera y dirección
musical de J.R. Azagra.
El compositor en su autocrítica
expresaba:
“Mi partitura fue escrita con el
máximo entusiasmo y, claro está, no he tratado de poner música al Quijote, sino tan solo subrayar
líricamente la acción de algunos episodios y resaltar coreográficamente otros.
Para eso me he apoyado en algunos temas populares, aun no siendo
característicos de la región manchega, porque su carácter cadencioso y rítmico
me parecían aplicables al ambiente, y tanto estos como algunas otras danzas,
tonadas, zarabandas y melodías cortesanas han sido elaboradas y zurcidas por
mi, a través de los seis episodios de que consta el “ballet”, con el mejor
deseo. Confío en haber podido interpretar
fielmente el espíritu de la obra
inmortal y haberla servido con humildad, y que quienes oigan mi partitura la
encuentren adecuada a su altísima motivación”.
Enrique Llovet, al día siguiente, expresaba sus
opiniones en ABC:
“Aventuras
y desventuras de Don Quijote es una pieza de corte tradicional que, en seis
estampas, trabaja muy bien el riquísimo fondo de los temas populares. Quiero
decir que, a mis cortas luces musicales, lo que Moreno Torroba ha hecho es
tratar seis estampas singulares en la vida de Don Quijote. Cinco de ellas
tienen, sobre todo, mucha sustancia popular. Pero el “ballet”, la concepción y
la intención del “ballet”, está en el cuarto episodio, único del que es eje Don
Quijote.
Espectacularmente ya me atrevo a
decir algo más. El tema es tratado con puerilidad y buena intención. Don
Quijote se evapora. Todo lo que le rodea, el gran fresco manchego, los
vendimiadores, los galeotes, las visiones, las danzas del Corpus, la Corte de los Duques y los
pescadores catalanes tiene gracia popular. Lo que no está es el tema de Don
Quijote. Ni Don Quijote. Ni siquiera Sancho. Moreno Torroba ha estructurado su
“ballet” con la norma de aquellos grandes repasos históricos –la norma
inolvidable de la inolvidable Ludmila–, pero, en la práctica, las notas
impresionistas han sustituido a la danza. Y hoy el “ballet” puede ser
impresionismo y composición plástica. mimo y pantomima, pero tiene que ser,
además, danza. Luisillo no danza en Aventuras
y desventuras de Don Quijote. Su coreografía es una cadena de expresividades,
resúmenes y estilizaciones, generalmente bella y cuidada. Pero falta el núcleo
central. Ello en cierta manera, produce la impresión de que las Aventuras y desventuras de Don Quijote están
más cerca del teatro que del baile puro. Del baile hay, por supuesto, los dos
pilares sólidos y prácticamente exclusivos de nuestra escuela: la línea del
bolero y la línea del fandango, arregladas y suplementadas por la gracia
madrileña de Moreno Torroba y por ciertos hallazgos netamente populistas de Luisillo.
Sonaron los coros con la tradicional
pulcritud de Perera. Sonó firme y segura la orquesta bajo la batuta de Azagra.
Conchita Antón, Carmen Aracena y Nuria Ranz, compartieron con Acosta –un Don
Quijote fúnebre, pero noble– y Luisillo, Sancho pantomímico, el peso de la
representación.”
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Una escena del ballet.
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En 1970 se representó en Helsinki, con el título
abreviado de Don Quijote, en la
Suomen Kansallisooppera, siendo recibido favorablemente.
En 1982, se presentó una nueva coreografía de
Luisillo de este ballet en seis episodios
y un epílogo. No tenemos constancia de que la partitura fuera revisada por el
compositor, pero el estreno tuvo lugar
el 12 de julio de 1982 en Ciudad Real, con los bailarines Paco Morell y
Juan Mata, en los papeles de Don Quijote y Sancho, respectivamente. También se vio
en el Teatro de la Zarzuela.
De la crónica
escrita por Alfonso Castro sobre esta reposición entresacamos los
siguientes comentarios:
"Es Don Quijote la obra de danza española de más larga duración. Ha
sido concebida para ofrecerla al público como única obra de programa, sin
necesidad de ir conjuntamente con otras. Mas de hora y media [la versión en
disco dura unos 50 minutos] ininterrumpida, lo que le da unas ciertas
características innovadoras de gran obra, "de ópera maestra" nacional.
Es también el montaje más caro del Ballet Nacional. El creador de la
coreografía, Luisillo, manifestó que era la obra que deseaba hacer en su vida
". … "En siete partes ha dividido Luisillo su obra, escenificando
algunos de los pasajes más significativos del texto cervantino. Seis episodios
y un epílogo, que lo recorren de principio a fin: Los molinos de viento, la externa alucinación de don Quijote; Los galeotes, episodios universalmente
considerados como la parábola de la humana ingratitud; Hay que salvar a Don Quijote (¡salvarle!), la famosa conjura del
cura y del barbero para encerrar a Don Quijote en la jaula de la carreta de
bueyes; Dulcinea, el conjunto ideal
de todas las perfecciones que se pasean por la mente de Alonso Quijano; Altisidora, la princesa que embauca a
Don Quijote fingiéndose enamorada de él; Vencido
sois, caballero, la mayor de todas las derrotas, la que más pesadumbres le
dio a Don Quijote, la que le llevó de Barcelona a La Mancha directamente al
lecho de la muerte, y, por último, el epílogo, Vivir, soñar, morir ".
Luisillo declaraba días antes del estreno de esta
nueva reposición:
"En realidad he hecho una obra
de teatro interpretada por bailarines, en vez de por actores. Efectivamente, Don Quijote, es una obra de ballet narrativa,
absolutamente entendible. Con una gran profusión de gestos, mímica, expresión
corporal, de movimientos, a la que sólo falta poner la palabra".
Antonio Fernández-Cid escribió:
“El maestro Moreno Torroba ha
escrito una música muy jugosa, donde no falta la cita al folklore popular
manchego, representativo de una región y un ambiente, introduciendo la novedad
de incluir un coro (en un ballet) que a veces canta “a capella”, con la
impronta de nuestra mejor polifonía.
La música de Federico Moreno Torroba
[ofrece] una especie de poema sinfónico, de tinte neorromántico […] descriptivo
como un paisaje, dividido en seis episodios cruciales en la vida del caballero
andante y de Sanch Panza.
[…] la partitura extensa y ambiciosa de Moreno
Torroba es el fruto de un maestro que sabe orquestar, conoce y domina el
capítulo de la instrumentación y el tratamiento de las voces”.
En las notas
incluidas en la grabación discográfica que se hizo de esta obra,
el propio compositor dejó escrito:
"Atraído irresistiblemente por
la inmortal ejemplaridad del Caballero de la Triste Figura, he
concebido un espectáculo, danza, mímica y vocal, que con la admirable añadidura
de una coreografía montada por "Luisillo" he dedicado al Ballet Nacional,
dirigido por el genial Antonio. No he prescindido de los materiales técnicos
que sustentan mi modo de crear, y en lo que puede definirse como inspiración,
el remanso lírico de la llanura manchega, llegando hasta el jubiloso ritmo de
una jota. Y en lo dramático, en el ocaso de la aventura de Alonso Quijano, los
temas de ambiente popular ilustran vocalmente el discurso musical de esta mi
obra, que he escrito con la devoción y respeto que merece el prodigioso tema
cervantino".
Aunque en
la grabación discográfica existente (por la Orquesta Sinfónica de Praga, para
Discos Columbia), no figura nombre alguno, hay que destacar la presencia de un
coro, al que Moreno Torroba ofrece cierto protagonismo, ya que en el episodio
IV, canta, incluso, a capella. José Prieto Marugán