jueves, 2 de marzo de 2017

Ricardo Strauss. Don Quijote, Op. 35.



No es necesario dar demasiados detalles de la vida de este director y compositor alemán (Munich, 1864–Garmisch Partenkirchem 1949), pues es uno de los nombres mas importantes de la música europea. Autor de óperas como Salomé (1905),  Electra (1909), El caballero de la rosa (1911), La mujer sin sombra (1919), y otras, se le considera el más importante cultivador del poema sinfónico, forma a la que dio páginas como Don Juan (1888), Muerte y transfiguración (1889), Las  aventuras de Tilleulenspiegel (1895) o Así hablaba Zaratustra (1896). Escribió también dos grandes sinfonías, la Doméstica (1903) y la Alpina (1915), canciones y música de cámara, pero a nosotros nos interesa su poema sinfónico Don Quijote, Op. 35, estrenado en Colonia, el 8 de marzo de 1898 por la Orquesta Gürzenich, dirigidos por  Franz Wüllner, teniendo como solista de violonchelo a Hugo Becjer. La obra no fue comprendida y, consecuentemente, no tuvo el éxito esperado.



Pintura de Ricardo Strauss
De su importante producción orquestal nos interesa su poema sinfónico Don Quijote, Op. 35, estrenado en Colonia, el 8 de marzo de 1898 por la Orquesta Gürzenich, dirigidos por  Franz Wüllner, teniendo como solista de violonchelo a Hugo Becjer. La obra, de unos 45 minutos de duración, no fue comprendida y, consecuentemente, no tuvo el éxito esperado.

Esta composición, cuyo título completo es Don Quijote, variaciones fantásticas sobre un tema caballeresco, está considerada como una de las mejores y más interesantes de la temática quijotesca, y la primera entre las exclusivamente instrumentales. También es la más escuchada en salas de concierto y la que más veces ha pasado por los estudios de grabación. Es obra, densa, como lo son casi todas las de Ricardo Strauss y nos presenta un Don Quijote intenso y humano, aunque aparezca rodeado de sus más descabelladas y populares aventuras. Aunque más adelante veremos su estructura, podemos decir que se divide en tres partes: una primera describe la  salud mental del héroe, siguen una decena de variaciones relacionadas con distintas aventuras, y se cierra con el retorno a la lucidez y la muerte del caballero manchego.

Por la información de que disponemos, el poema sinfónico llegó a España, por primera vez, en 1905. Givanel (387) da cuenta de ello:

”En 1905 este rarísimo poema fue introducido en España, ejecutándose por vez primera en el paraninfo de la Universidad de Barcelona. Es una de las más refinadas obras sinfónicas de Strauss, en la cual las meditaciones idealistas del héroe y sus coloquios platónicos con Dulcinea alcanzan expresiones musicales de una belleza lírica pocas veces igualada y de una sensibilidad sonora casi metafísica.”

En su discurso de ingreso en Bellas Artes, Víctor Espinós escribe sobre el poema de Strauss que[1]:

“… un maravilloso orquestador como él iba vistiendo de los grandes atuendos sonoros y timbres diversos los diferentes avatares de su tema, y así nació el poema sinfónico, integrado por diecisiete[2] variaciones, que en un principio, como suele acontecer, parecieron caprichosas y aún censurables extravagancias con sus deliciosas onomatopeyas carneriles y sus bufidos sobre el hipogrifo de mentirijillas. En España conocimos esta importante obra bajo la batuta inolvidable de Arbós[3] y mediante una versión técnica y expresivamente inteligente de la Orquesta Sinfónica de Madrid”.


Años después, en su volumen monográfico, dedicó un amplio comentario a la composición:

“Estas “variaciones fantásticas” son, en realidad, impresiones sucesivas, con particular predominio de lo formal, salvo una excepción, donde todo el genial artificio desaparece para dar paso a una efusión cordial, sincerísima, donde fondo y forma se trenzan, se unen, se funden, en aras de una emoción contagiosa. Extraviadamente se ha dicho que el Quijote  de Strauss es una plaisanterie[4] musical, que, durante cuarenta y cinco minutos obliga a trabajar terriblemente a director, instrumentistas y auditorio, y en cuya producción se han dilapidado energías extraordinarias... Nosotros creemos más bien que, no habiendo logrado el autor sujetar a número y medida lo incoercible, procuró plasmar lo visible, lo “ruidoso” del libro inmortal, y renunciando al poema sinfónico propiamente dicho, se refugia en las variationen fantastiche, e hizo “servir” a la orquesta para cuanto podría ser utilizada, en sus recursos de todo género, acrecidos con invenciones empapadas en pintoresquismo denunciable.
Lo satírico y lo cómico, es decir, lo más cruel de la creación cervantina, se sobreponen en la partitura a lo más noblemente espiritual que palpita, agazapado casi siempre, en la inmortal novela.
Página de la partituira completa
En realidad, los temas fundamentales son dos, y es más rápidamente reconocible el asignado a Sancho que aquel que describe al hidalgo ingenioso: las tubas saben trocar su misteriosa sonoridad en la irónica y plebeya y “parda” elocuencia personal del malicioso escudero. Las descripciones llegan a términos de onomatopeya de indiscutible valor y eficacia populares, como otras caricaturas sonoras: giro de las aspas molineras, ronquidos descorteses de Sancho, irreverentes flatulencias de tubas y contrafagotes, el bufar del postizo huracán que envuelve al “Clavileño” en cromatismos desenfrenados, que apoya la wind–maschine[5], la cual ahora sale al tablado como un personaje orquestal mas...”.
...
En la orquesta se oyen acaso, sin fatigosas superposiciones o peleas, los temas principales de la obra. El violonchelo bordea los desvaríos, como Don Quijote, y en bellísima línea melódica, de punzante sabor romántico, nos conducirá al término de paz y de luz, sin sacudidas, sin violencia.”

Strauss escribió una frases sobre el tema y las variaciones de que consta su obra, explicación más clara que la anterior[6]:

·       Tema. Don Quijote, Caballero de la Triste Figura (solo de violonchelo); Sancho Panza, su escudero (Clarinete bajo, tuba tenor y viola).
·       Primera variación. El extravagante caballero monta a caballo y pronuncia su despedida a Dulcinea del Toboso.  Aventura de los molinos de viento.
·       Segunda variación. Victorioso combate contra las huestes del emperador Alifanfarón (en realidad un rebaño de ovejas).
·       Tercera variación. Conversaciones entre el caballero y su escudero. Sancho formula mil preguntas y dice mil refranes. Don Quijote le contesta y tranquiliza prometiéndole una gran recompensa, a saber: la mano de una doncella de la princesa.
·       Cuarta variación. Infortunado encuentro con una procesión de disciplinantes que llevan en penitencia la imagen de un santo ataviada con ropas femeniles. Don Quijote, sospechando que se trata de un rapto, pelea con los penitentes y acaba siendo derribado.
·       Quinta variación. Vigilia de Don Quijote, que piensa amorosamente en su lejana Dulcinea.
·       Sexta variación. Encuentro con una moza campesina, que Sancho hace creer a su señor es Dulcinea, víctima de un encantamiento.
·       Séptima variación. Viaje por los aires. Unas nobles damas vendan los ojos al caballero y le engañan haciéndole creer que vuela por los aires.
·       Octava variación. Desastroso viaje en un barco encantado (barcarola). El barco zozobra bajo unas ruedas de molino que Don Quijote toma por una fortaleza.
·       Novena variación. Combate contra dos supuestos magos (dos clérigos sobre sus mulas).
·       Décima variación. Duelo con el Caballero de la Blanca Luna. Don Quijote es vencido, renuncia a la profesión de las armas y regresa a su aldea para hacerse pastor.
·       Final. Recobrada la razón, el caballero pasa sus últimos días lamentando sus locuras, Muerte de Don Quijote.

El propio Strauss añadió a esta detallada descripción: “El tema no cambia en realidad, ni tampoco los personajes de Don Quijote y Sancho Panza. Lo que cambian son los fondos, cuanto les rodea armónica y rítmicamente; estos sí, son como un escenario móvil detrás de unos autores fijos”.
 
Página de la partitura del solista
Rogelio Vilar, en La Ilustración Española y Americana[7], comentaba la obra, y entre otras ideas escribía:

“Las variaciones son diez[8], en las cuales intenta Strauss describir diez episodios de la obra inmortal de Cervantes, y se titulan:
Primera salida y combate con los molinos de viento (interesante por las combinaciones instrumentales de la madera, arpa y timbal).
Combate contra el ejército del emperador Alifanfarón (humorística y de mucho color por la habilidad con que están imitados por medio de consonaciones de timbres, los balidos de los carneros).
Dichos, refranes y preguntas de Sancho (de un realismo encantador en su primera parte y muy poético cuando Don Quijote sueña).
Aventura de los disciplinantes (colorista y de las más interesantes).
La vida de las armas (suave, delicada, apasionada y vehemente, muy en carácter con el momento literario).
Encuentro con la falsa Dulcinea (muy cómica).
Viaje del Clavileño (ruidosa y diabólica de gran efecto).
El viaje por los aires (hermosa página descriptiva).
Aventura del barco encantado (pintoresca).
Combate con dos encantadores transformados en frailes (de raro color por la intervención de los fagotes que cantan el motivo de la caballería y otro de carácter religioso).
Combate con el Caballero de la Blanca Luna.
Desde este momento empieza la parte más grandiosa del poema. Al elemento pintoresco sustituye la emoción; libre Strauss de las trabas que le impone el programa, se abandona a su sentimiento, y a la parte del personaje de Cervantes. Todo el dolor y la pesadumbre de verse derrotado, vencido, es interpretado por el genio orquestal del compositor alemán, de mano maestra, produciendo honda emoción, más por los elementos instrumentales acumulados que por la belleza de los temas que, como es sabido, son, por lo general, en las obras de Strauss pobres, feos y vulgares; aparte de que la dirección estética de la música de programa elevada a los límites de la caricatura musical entraña groseros errores por su falso realismo sobre el objeto y fin de la música que es un arte de subjetivación”.

Más cerca de nuestro tiempo, César Calmell, en su comentario al disco dirigido por Vladimir Ashkenazy, comenta:

Don Quijote es, sin duda, uno de los más importantes trabajos sinfónicos de Richard Strauss. Obra de madurez, no hay en ella resabio alguno de ideas banales o del efectismo fácil que aquejan, a veces, alguna de sus otras producciones. Diez escenas que ilustran otros tantos célebres episodios del libro de Cervantes quedan cohesionadas formalmente entre sí gracias a una magnífica utilización del tema con variaciones que representan aquí las sucesivas transformaciones que atraviesan los pensamientos tanto de Don Quijote como de Sancho Panza ante la serie de sucesos en que se hallan inmersos. Porque no son hechos o realidades externas –fácilmente diluibles en la dispersión- lo que aquí se nos narra, sino las evoluciones de dos caracteres dialécticamente contrastados que avanzan reflexionando y sacando conclusiones acerca de lo que les ocurre. Si nos apeamos del artilugio argumental, lo que veremos pues, en realidad, son los dos temas de la forma sonata resolviendo cada vez de manera distinta su oposición o complementariedad a través de las diez variaciones en que su juego es presentado. Entendido así, este poema sinfónico se convierte paradójicamente en un ejemplo fehaciente de la concepción de las grandes formas puras del “veranillo de San Martín” postromántico”.

No todas las opiniones que hemos tenido ocasión de conocer sobre este poema sinfónico, son elogiosas. Parece que a Rimsky-Korsakov no le gustaba, si hemos de juzgar por su comentario en una carta fechada en Bruselas el 13 de marzo de 1900[9]:

“Hoy por la mañana fui a lo de Gilson [un compositor y crítico belga]; tocó a petición mía el prólogo de su ópera El demonio. No me gusta su música. Tuve que refugiarme en frases convencionales (muy ingeniosas). También me tocó su cantata para la inauguración de la Exposición y me regaló la partitura para piano. Es una bellísima persona y un músico enamorado de la música rusa. Tiene las partituras de Mlada y Sadko y muchas otras, pero su talento es pequeño y por eso escribe desprolijamente y en un estilo decadente. Examinamos juntos un poco la partitura de Don Quijote de Richard Strauss que él posee. Es una cacofonía indignante; traté con todas mis fuerzas de expresar a Gilson mi completa repulsión y desprecio hacia esta clase de música. Por lo visto, Gilson está de acuerdo conmigo... No quiero visitar la ópera; dan Hamlet [de Ambroise Thomas] y “Fenella” [nombre de la protagonista de la ópera La muda de Portici, de Auber] y esto no es interesante. He leído la prensa de París y veo que allí dirigió ese sinvergüenza de Richard Strauss su Don Quijote, y ¡de esto escriben con toda seriedad el Fígaro y otros diarios!. Creo que si a alguien se le ocurriese presentármelo, no le daría la mano...”

El propio Ricardo Strauss dirigió su obra en el Teatro Real de Madrid el 9 de marzo de 1925 a la Orquesta Sinfónica, teniendo como solista a Juan Antonio Ruiz-Casaus, violonchelista gaditano, profesor del Conservatorio de Madrid e impulsor de la restauración de los Stradivarius del Palacio Real. Según Andrés Ruiz Tarazona, la partitura que utilizó Strauss en esta ocasión, se conserva en el archivo de la Orquesta Sinfónica de Madrid con las anotaciones del compositor.

En 1932 se celebró en el Teatro Calderón de Madrid un Festival Cervantino en el que intervino la Orquesta Sinfónica interpretando obras de Telemann, Esplá, Purcell, Philidor, Falla y Strauss. Para este concierto y para la obra de Strauss hubo  que alquilar “la única máquina de viento que existe en Madrid. Costó 10 pesetas trasladarla desde el teatro donde se encontraba al Calderón[10]”.

Existe una versión para piano a cuatro manos y otra para violonchelo y piano; esta última realizada por Arthur Willner.

Al parecer, en 1946 hubo un intento por parte del equipo de dibujantes de Walt Disney, de convertir la obra de Strauss en un cortometraje, en la línea de la popular película Fantasía.



[1] Espinós, Op. Cit. Pág. 34.
[2] Las variaciones son una decena; probablemente la cifra dada por Espinós se debe a un simple error.
[3] Según la biografía de Fernández Arbós escrita por el propio Espinós (El maestro Arbós. Al hilo del recuerdo. Espasa Calpe. Madrid, 1942. Pág. 197.), el Don Quijote fue estrenado en 1916, por lo que la audición de 1905 comentada por Givanel, sería verdaderamente la primera en nuestro país.
[4] Burla.
[5] Máquina de viento o “eóliphon”. Aparato usado para imitar el silbido del viento. Strauss, la utiliza, además, en su Sinfonía Alpina¸ Ravel en el Dafnis y Cloe y Vaughan  Williams en la Sinfonía Antártica.
[6] K.B. Sandved. El mundo de la música, Espasa Calpe, Madrid, 1962, pág. 788.
[7] Año, LX, número 16, 30–4–1916, Pág. 255.
[8] En el desarrollo posterior, estos diez fragmentos se convierten en once, porque Villar ha considerado separados los dos que tienen que ver con el episodio de Clavileño.
[9] La hemos tomado de Kurt Pahlen. Mi ángel, mi todo, mi yo. Librería Hachette. Buenos Aires, 1959, pág. 257.
[10] Carlos G. Amat. y J. Turina Gómez. La Orquesta Sinfónica de Madrid. Noventa años de Historia. Alianza Música, nº 68. Madrid, 1994, pág. 98.

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