Don Quijote en el Toboso, es un
poema sinfónico, compuesto en 1980 gracias a una Beca a la Creación Musical
otorgada por la
Fundación Juan March. La obra dura unos dieciocho minutos y
emplea una amplia plantilla orquestal: dos flautas y flautín, dos oboes y corno
inglés, dos clarinetes y clarinete bajo, dos fagotes y contrafagot, cuatro
trompas, cuatro trompetas, tres trombones y tuba, timbales, percusión,
vibráfono, xilófono, campanas, arpa y cuerda.
Según el resumen del
autor, escrito en la partitura que se conserva en la Fundación Juan
March, la obra se basa en los capítulos VIII, IX y X de la segunda parte, que
tienen que ver con el viaje de Don Quijote y su escudero a El Toboso, para
postrarse a los pies de Dulcinea. En este mismo documento, el autor deja
constancia del programa y desarrollo de su obra, y recuerda citas exactas de la
obra cervantina:
Se
inicia la obra con un diseño de carácter épico en la trompa, que conduce al
tema principal que caracteriza a Don Quijote y Sancho, formado de tres frases
distintas: las dos primeras de carácter rítmico–armónico, las cuales sirven de
complemento a la tercera, la más importante, que en estilo de marcha describe
las hazañas de Don Quijote y los donaires de Sancho.
Aparece
un diseño que representa el largo camino que recorren nuestros héroes por el
desolado paisaje de la estepa manchega; “En fin, otro día al anochecer
descubrirán la gran ciudad del Toboso…” . Efectivamente, la flauta nos lo
anuncia.
Abrigando
sentimientos muy diferentes Don Quijote y Sancho descansan entre unas encinas
cerca de El Toboso y llegada la hora, “Media noche era por filo…”, entran en el
lugar.
Don
Quijote no repara en los mil ruidos nocturnos llevado de la locura de su amor
cuyo tema expone la flauta.
Sancho,
ante los apremios de su amo, no sabe cómo mantener sus embustes. Ahora dan con
la iglesia principal del pueblo. Dialogan, y acierta a pasar un labrador con
dos mulas y un arado cantando un viejo romance:
Mala la hubistes,
franceses
La caza de Roncesvalles…
La
melodía de la canción se expone en el corno inglés.
Finalmente,
caballero y escudero acuerdan esperar la llegada del día para que Sancho
volviera a la ciudad con la embajada.
El
nuevo día se anuncia brillante en la orquesta con un diseño arpegiado en la
cuerda y un tema de carácter pastoril, alternando con otra frase conocida.
“Anda
hijo y no te turbes cuando te vieres ante la luz del sol de la hermosura…”,
dice Don Quijote a su embajador. El tema del amor se hace más insistente, sin
embargo, el pícaro Sancho decide “encantar” a Dulcinea: ha visto a tres
labradoras montadas en tres pollinos que le dan la idea. Oímos el trotecillo en
el pizzicato de los cellos.
Amo
y criado se prosternan ante las atónitas labradoras que no entienden las
versallescas actitudes. “¡Oh, Princesa y señora universal del Toboso! ¿Cómo
vuestro magnífico corazón no se enternece viendo arrodillado ante vuestra
sublimada presencia a la columna y sustento de la Andante Caballería?”.
La
aldeana–Dulcinea va al suelo “en un córcobo[1] de la pollina” y cuando el confuso
caballero pretende levantarla, ésta, en una veloz carrera vuelve a montar de un
salto increíble saliendo disparada con sus dos doncellas, desapareciendo en
pocos instantes.
El
enamorado Don Quijote lamenta su infortunio ante el encanto de Dulcinea, pero
la realidad de los hechos no tiene importancia ante la fuerza de sus ideales
que le llevarán a emprender nuevas aventuras. Don Quijote siempre vence a
Sancho como el espíritu a la materia.
J.P.M.
Refer:
CDMyD.
[1] RAE. “Córcovo: Salto que dan algunos
animales encorvando el lomo”. La forma “córcobo”, debemos considerarla
anticuada.
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