Joaquín
Gaztambide (Tudela (Navarra), 1822 – Madrid, 1870) fue, además de reputado
director de orquesta y animador de la vida musical madrileña de su tiempo, uno
de los compositores de zarzuelas más importantes. Se le recuerda por títulos
como El valle de Andorra (1852), Catalina (1854), El lancero (1857), Los
magyares (1856) y Una vieja (1860).
La picaresca, es una zarzuela en dos actos, con texto de Carlos García Doncel,
con música de Joaquin Gaztambide y Francisco Asenjo Barbieri. Se estrenó el 29
de marzo de 1851, en el Teatro del Circo, de Madrid y desarrolla su argumento
en Sevilla y en una venta en los alrededores de Córdoba, en el siglo XVII.
Sinopsis. En casa de Monipodio, donde se reúne el hampa sevillana, llevan
capturado a Ginés de Pasamonte al que creen un rico peruano que viene a
recuperar una sustanciosa herencia. La aparición de la ronda dispersa a los
ladrones y Ginés aprovecha para escapar, ayudado por Soledad, una joven que se
encuentra entre los delincuentes a pesar suyo. En una venta cercaba a Córdoba,
coinciden Ginés, Monipodio (convertido en ventero) y Rinconete y Cortadillo.
Ginés consigue que estos últimos sean detenidos gracias a una artimaña del mono
adivino que le acompaña y ve el camino libre para hacerse con la herencia. Pero
aparece el corregidor; Ginés declara ser Don Gonzalo, el legítimo heredero,
pero es detenido porque precisamente Don Gonzalo es el corregidor, quien además
resulta ser hermano de Soledad.
Personajes e intérpretes
principales del estreno. Escalanta (María Bardán), Soledad (Cristina Villó). Narigueta. Ginés de Pasamonte (Francisco Salas). Rinconete (Sr. Testa),
Cortadillo (Sr. Fuentes). Monipodio (José Aznar). Don Gonzalo (José Cortés).
Ganchuelo. El Corregidor.
Números musicales (según
libreto). Acto I. Obertura. Introducción y Coro
de ladrones (“Monipodio el presidente”). Dúo de Rinconete y Cortadillo (“Ya
solos nos quedamos”.). Romanza de Soledad y coro (“Soledad me llamo”). Aria de
Ginés y coro (“Gloria a la bravura”). Dúo de Soledad, Ginés y coro (“Tranquilo
mi pecho”). Final. Coro (“Todo está en mudo silencio”). Acto II. Preludio instrumental.
Baile coreado de mozos y mozas (“Treinta candiles juntos”). Ginés de
Pasamonte y coro (“¿Qué será esa trompeta?”). Coro de alguaciles y soldados.
(“El mejor aposento”). Terceto de Rinconete, Cortadillo y Ginés (“Todo está en
calma”). Cuarteto y coro. Soledad, Rinconete, Ginés. Cortadillo, alguaciles y
soldados (“No se mueve ni una mosca”). Coro de majas y pueblo (“Por la justicia
del Rey”). Final. Soledad, Don Gonzalo y coro (“Por la Virgen pura”).
Comentario. Basada en la novela cervantina Rinconete
y Cortadillo, con alguna referencia al episodio quijotesco del mono
adivinador, e incluyendo la presencia de Ginés de Pasamonte, La picaresca fracasó estrepitosamente debido a la ronquera del
barítono granadino Francisco Salas, que la protagonizaba.
En
la biografía sobre Gaztambide escrita por Ángel Sagardía, se puede leer:
en él [se refiere al Teatro del Circo] se
representó por primera vez La picaresca (1851),
en colaboración con Barbieri, letra de Doncel y Asquerino, que fracasó debido,
en buena parte, a la mediocridad del libro –la eterna lucha del compositor
español, por lo que casi siempre son superiores las partituras– pues ambos
maestros escribieron una música cuidada y correcta. Gaztambide compuso la
obertura, introducción (en ella existe un fragmento de seguidillas), dúo de
Rinconete y Cortadillo, cavatina de Ginés, canción americana y coro de tunos y
alguaciles.
La
música parece que era buena. Barbieri dice que “tenía un sello muy
característico español”, y añade “que, lejos de participar del ritmo suave y
sentimental de la música italiana moderna, y ésta es su eminente condición,
están llenos [los números musicales de la zarzuela] de la alegre vivacidad de
la música española y del género bufo y, por consiguiente, muy distinta de la
italiana”.
Emilio
Casares, en su biografía de Barbieri, ofrece un detallado
comentario sobre esta obra y las circunstancias que la rodearon, elaborado por
el propio músico. Después de aclarar que la empresa del teatro pasaba grandes
dificultades, se refiere a la obra que nos interesa:
En este deplorable estado, Salas que
debía, según contrato, hacer su beneficio y que como se ha dicho había adelantado fondos a
Carceller, procuró que dicho beneficio fuera lo más productivo posible; al
efecto aprovechó la primera representación de La picaresca y además comprometió a la Alboni y a Ronconi para que
vinieran al Circo a cantar en la misma noche de su beneficio; para este fin
anunció pomposamente dicho beneficio concebido en los términos siguientes: 1ª La picaresca ópera-cómica
en dos actos, 2ª Aria de la Betly por la Srª. Alboni, 3ª Acto tercero del Tasso y coros. Se llevó Salas todos los billetes del teatro
a su casa, donde los vendió a unos precios excesivamente subidos, y se anunció
la representación para el lunes 24 de marzo; representación que el público
esperaba con ansiedad; y nosotros seguíamos ensayando La picaresca, cuando al llegar el día designado se vio Salas
repentinamente atacado de una ronquera tan fuerte y pertinaz, que hacía
imposible la ejecución del espectáculo. Y sigue la historia de mis
contrariedades. En tal estado fue preciso suspender la función ya ensayada, más
como la Alboni y Ronconi habían concluido su temporada en el Teatro Real y se
marchaban de Madrid, no era posible dejar de hacer la función pronto, a no ser
que Salas se conviniera a renunciar a sus ventajas, quitando la función y
devolviendo el dinero al público, cosa muy difícil, porque como los precios
eran convencionales, y además mucha parte del público había dado más de lo que
se pidió por sus billetes, era imposible cuando menos, saber lo que había pagado
cada uno. A todo esto, la ronquera de
Salas se agravaba en vez de mejorar, la impaciencia del público iba en aumento,
al paso que también la empresa del teatro, apurados sus recursos, no sabía qué
partido tomar en tan azarosas circunstancias. A esto sólo hubiera habido un
remedio que era devolver el dinero y renunciar a la Alboni y a Ronconi, pero
como Salas antes que soltar la presa quería dejarse los dientes en ella, fue
tanto lo que a Gaztambide y a mí nos rogó para que permitiéramos hacer nuestra
obra, que por fin nos resignamos al sacrificio, creyendo que podría esto contribuir al bien de la empresa en la
que todos estábamos interesados.
Por fin se determinó la función para el
viernes 29 de marzo de 1851, La
picaresca, cuyo libreto fue puesto en música el primer acto por Gaztambide
y el segundo por mí. La representaban Cristina Villó, Bardán, Salas, Festa,
Fuentes, Aznar, Cortés y otros y estaba convenido en que Gaztambide dirigiera
su acto y el aria de la Alboni y yo el mío y el Acto del Tasso que cantaba Ronconi.
Llegó la hora de la función y el teatro se llenó de público
aristocrático y por consecuencia poco aficionado a la zarzuela, y en esta época
menos aficionado que en la que escribo estas líneas. Empezó la representación
anunciando la ronquera de Salas, que era atroz, y esto ya puso al público de
mal humor; oyó el primer acto con cierto disgusto al percibir que dicha
ronquera no era una leve indisposición, sino que Salas se hallaba en tal estado
que ni se le entendía hablando ni cantando. Esto unido a la impaciencia del
público que lo que deseaba era oír a los artistas italianos contribuyó y no
poco al mal éxito de la obra. En el intermedio me anunció Salas que era preciso
cortar su aria porque su mal, que por entonces se agravaba, le impedía cantarla;
yo desesperado accedí y me puse a dirigir la orquesta en el segundo acto en la
indisposición de espíritu que se puede imaginar, pero con un valor, el de la
desesperación, de que yo no me creía capaz hasta entonces. Así vi pasar el
segundo acto y así sufrí los silbidos que se oyeron al llegar el reconocimiento
que hay al final de la obra. A pesar de todo, la música tuvo pasajes en los que
no sólo agradó, sino que tuvo algunos aplausos, sobre todo en las piezas de
ambos actos que no cantaba Salas. Por fin cantaron los italianos y se acabó la
maldita función, no sin haber públicamente, entre bastidores, dicho Salas que
él nos compraría la desgraciada obra para sufragarnos de tan gran prejuicio.
Sin embargo, la compra no sólo no se efectuó, sino que los pobres autores ni
cobramos el tanto por ciento que nos correspondía, después de haber contribuido
a que Salas se metiera en el bolsillo los pingües productos de su beneficio, a
costa del sacrificio de nuestro amor propio y de nuestros intereses materiales.
¿Y merecía la obra tal recibimiento?...
yo creo que no, y hasta me atrevo a asegurar que hubiera gustado en otras
circunstancias, tal es la idea que yo tengo de su música, y sin contar para
nada con el amor propio de autor, la cual tenía un sello muy característico
español y algunas piezas buenas, como son la Romanza de Soledad, el dúo entre
Rinconete y Cortadillo, el Coro de alguaciles y soldados y el terceto. Para
colmo de las desdichas que pesaron sobre esta obra baste decir que murió su
autor Doncel, cuando empezaban los ensayos. Esta es la causa porque su libreto
adjunto se imprimió con fecha anterior a su representación.
Resta sólo decir que Gaztambide al día
siguiente fue la causa de que la empresa del teatro se declarara en quiebra;
hecho que aún no le ha perdonado Salas, porque éste quería que continuasen los
espectáculos de cualquier modo, a fin de reintegrarse él de un pico que le
quedaba cobrar del dinero que había dado a Carceller para pagar una nómina.
¡Pueden caber juntas más calamidades teatrales! En efecto, el teatro cierra y
el mismo día 29 de marzo se devuelve el dinero a los espectadores que habían
adquirido ya las entradas.
Como
se ha dicho, la obra fracasó totalmente, aunque no parece muy correcto emplear
este adjetivo, porque, en realidad, La
picaresca no fue oída.
Refer: Becker. CDMyD. Espinós: 3. Iglesias: 17.487. MQG2005. Part.: BMAM.
José Prieto Marugán
A. Sagardía. Gaztambide y Arrieta. Diputación Foral de Navarra. Col. Navarra
Temas de Cultura Popular. Pamplona, 1968, pág. 7.