sábado, 28 de marzo de 2020

Francisco Asenjo Barbieri y J. Gaztambide. La picaresca.


Además de las obras propias dedicadas a Cervantes y el Quijote, Barbieri colaboró con Joaquín Gaztambide en la redacción de la zarzuela La picaresca, zarzuela basada, fundamentalmente en la novela Rinconete y Cortadillo. J.P.M.


Ver: https://quijoteces.blogspot.com/2020/03/joaquin-gaztambide-y-francisco-barbieri.html

Joaquín Gaztambide y Francisco A. Barbieri. La picaresca.


Joaquín Gaztambide (Tudela (Navarra), 1822 – Madrid, 1870) fue, además de reputado director de orquesta y animador de la vida musical madrileña de su tiempo, uno de los compositores de zarzuelas más importantes. Se le recuerda por títulos como El valle de Andorra (1852), Catalina (1854), El lancero (1857), Los magyares (1856) y Una vieja (1860).

La picaresca, es una zarzuela en dos actos, con texto de Carlos García Doncel, con música de Joaquin Gaztambide y Francisco Asenjo Barbieri. Se estrenó el 29 de marzo de 1851, en el Teatro del Circo, de Madrid y desarrolla su argumento en Sevilla y en una venta en los alrededores de Córdoba, en el siglo XVII.

Sinopsis. En casa de Monipodio, donde se reúne el hampa sevillana, llevan capturado a Ginés de Pasamonte al que creen un rico peruano que viene a recuperar una sustanciosa herencia. La aparición de la ronda dispersa a los ladrones y Ginés aprovecha para escapar, ayudado por Soledad, una joven que se encuentra entre los delincuentes a pesar suyo. En una venta cercaba a Córdoba, coinciden Ginés, Monipodio (convertido en ventero) y Rinconete y Cortadillo. Ginés consigue que estos últimos sean detenidos gracias a una artimaña del mono adivino que le acompaña y ve el camino libre para hacerse con la herencia. Pero aparece el corregidor; Ginés declara ser Don Gonzalo, el legítimo heredero, pero es detenido porque precisamente Don Gonzalo es el corregidor, quien además resulta ser hermano de Soledad.

Personajes e intérpretes principales del estreno. Escalanta (María Bardán), Soledad (Cristina Villó). Narigueta. Ginés de Pasamonte (Francisco Salas). Rinconete (Sr. Testa), Cortadillo (Sr. Fuentes). Monipodio (José Aznar). Don Gonzalo (José Cortés). Ganchuelo. El Corregidor.

Números musicales (según libreto). Acto I. Obertura. Introducción y Coro de ladrones (“Monipodio el presidente”). Dúo de Rinconete y Cortadillo (“Ya solos nos quedamos”.). Romanza de Soledad y coro (“Soledad me llamo”). Aria de Ginés y coro (“Gloria a la bravura”). Dúo de Soledad, Ginés y coro (“Tranquilo mi pecho”). Final. Coro (“Todo está en mudo silencio”). Acto II. Preludio instrumental. Baile coreado de mozos y mozas (“Treinta candiles juntos”). Ginés de Pasamonte y coro (“¿Qué será esa trompeta?”). Coro de alguaciles y soldados. (“El mejor aposento”). Terceto de Rinconete, Cortadillo y Ginés (“Todo está en calma”). Cuarteto y coro. Soledad, Rinconete, Ginés. Cortadillo, alguaciles y soldados (“No se mueve ni una mosca”). Coro de majas y pueblo (“Por la justicia del Rey”). Final. Soledad, Don Gonzalo y coro (“Por la Virgen pura”).

Comentario. Basada en la novela cervantina Rinconete y Cortadillo, con alguna referencia al episodio quijotesco del mono adivinador, e incluyendo la presencia de Ginés de Pasamonte[1], La picaresca fracasó estrepitosamente debido a la ronquera del barítono granadino Francisco Salas, que la protagonizaba.

En la biografía sobre Gaztambide escrita por Ángel Sagardía[2], se puede leer:

en él [se refiere al Teatro del Circo] se representó por primera vez La picaresca (1851), en colaboración con Barbieri, letra de Doncel y Asquerino, que fracasó debido, en buena parte, a la mediocridad del libro –la eterna lucha del compositor español, por lo que casi siempre son superiores las partituras– pues ambos maestros escribieron una música cuidada y correcta. Gaztambide compuso la obertura, introducción (en ella existe un fragmento de seguidillas), dúo de Rinconete y Cortadillo, cavatina de Ginés, canción americana y coro de tunos y alguaciles.

La música parece que era buena. Barbieri dice que “tenía un sello muy característico español”, y añade “que, lejos de participar del ritmo suave y sentimental de la música italiana moderna, y ésta es su eminente condición, están llenos [los números musicales de la zarzuela] de la alegre vivacidad de la música española y del género bufo y, por consiguiente, muy distinta de la italiana”.

 Emilio Casares, en su biografía de Barbieri[3], ofrece un detallado comentario sobre esta obra y las circunstancias que la rodearon, elaborado por el propio músico. Después de aclarar que la empresa del teatro pasaba grandes dificultades, se refiere a la obra que nos interesa:


En este deplorable estado, Salas que debía, según contrato, hacer su beneficio y que como  se ha dicho había adelantado fondos a Carceller, procuró que dicho beneficio fuera lo más productivo posible; al efecto aprovechó la primera representación de La picaresca y además comprometió a la Alboni y a Ronconi para que vinieran al Circo a cantar en la misma noche de su beneficio; para este fin anunció pomposamente dicho beneficio concebido en los términos siguientes: 1ª La picaresca ópera-cómica[4] en dos actos, 2ª Aria de la Betly  por la Srª. Alboni, 3ª Acto tercero del Tasso y coros.  Se llevó Salas todos los billetes del teatro a su casa, donde los vendió a unos precios excesivamente subidos, y se anunció la representación para el lunes 24 de marzo; representación que el público esperaba con ansiedad; y nosotros seguíamos ensayando La picaresca, cuando al llegar el día designado se vio Salas repentinamente atacado de una ronquera tan fuerte y pertinaz, que hacía imposible la ejecución del espectáculo. Y sigue la historia de mis contrariedades. En tal estado fue preciso suspender la función ya ensayada, más como la Alboni y Ronconi habían concluido su temporada en el Teatro Real y se marchaban de Madrid, no era posible dejar de hacer la función pronto, a no ser que Salas se conviniera a renunciar a sus ventajas, quitando la función y devolviendo el dinero al público, cosa muy difícil, porque como los precios eran convencionales, y además mucha parte del público había dado más de lo que se pidió por sus billetes, era imposible cuando menos, saber lo que había pagado cada uno.  A todo esto, la ronquera de Salas se agravaba en vez de mejorar, la impaciencia del público iba en aumento, al paso que también la empresa del teatro, apurados sus recursos, no sabía qué partido tomar en tan azarosas circunstancias. A esto sólo hubiera habido un remedio que era devolver el dinero y renunciar a la Alboni y a Ronconi, pero como Salas antes que soltar la presa quería dejarse los dientes en ella, fue tanto lo que a Gaztambide y a mí nos rogó para que permitiéramos hacer nuestra obra, que por fin nos resignamos al sacrificio, creyendo que podría  esto contribuir al bien de la empresa en la que todos estábamos interesados.
Por fin se determinó la función para el viernes 29 de marzo de 1851, La picaresca, cuyo libreto fue puesto en música el primer acto por Gaztambide y el segundo por mí. La representaban Cristina Villó, Bardán, Salas, Festa[5], Fuentes, Aznar, Cortés y otros y estaba convenido en que Gaztambide dirigiera su acto y el aria de la Alboni y yo el mío y el Acto del Tasso que cantaba Ronconi.  Llegó la hora de la función y el teatro se llenó de público aristocrático y por consecuencia poco aficionado a la zarzuela, y en esta época menos aficionado que en la que escribo estas líneas. Empezó la representación anunciando la ronquera de Salas, que era atroz, y esto ya puso al público de mal humor; oyó el primer acto con cierto disgusto al percibir que dicha ronquera no era una leve indisposición, sino que Salas se hallaba en tal estado que ni se le entendía hablando ni cantando. Esto unido a la impaciencia del público que lo que deseaba era oír a los artistas italianos contribuyó y no poco al mal éxito de la obra. En el intermedio me anunció Salas que era preciso cortar su aria porque su mal, que por entonces se agravaba, le impedía cantarla; yo desesperado accedí y me puse a dirigir la orquesta en el segundo acto en la indisposición de espíritu que se puede imaginar, pero con un valor, el de la desesperación, de que yo no me creía capaz hasta entonces. Así vi pasar el segundo acto y así sufrí los silbidos que se oyeron al llegar el reconocimiento que hay al final de la obra. A pesar de todo, la música tuvo pasajes en los que no sólo agradó, sino que tuvo algunos aplausos, sobre todo en las piezas de ambos actos que no cantaba Salas. Por fin cantaron los italianos y se acabó la maldita función, no sin haber públicamente, entre bastidores, dicho Salas que él nos compraría la desgraciada obra para sufragarnos de tan gran prejuicio. Sin embargo, la compra no sólo no se efectuó, sino que los pobres autores ni cobramos el tanto por ciento que nos correspondía, después de haber contribuido a que Salas se metiera en el bolsillo los pingües productos de su beneficio, a costa del sacrificio de nuestro amor propio y de nuestros intereses materiales.
¿Y merecía la obra tal recibimiento?... yo creo que no, y hasta me atrevo a asegurar que hubiera gustado en otras circunstancias, tal es la idea que yo tengo de su música, y sin contar para nada con el amor propio de autor, la cual tenía un sello muy característico español y algunas piezas buenas, como son la Romanza de Soledad, el dúo entre Rinconete y Cortadillo, el Coro de alguaciles y soldados y el terceto. Para colmo de las desdichas que pesaron sobre esta obra baste decir que murió su autor Doncel, cuando empezaban los ensayos. Esta es la causa porque su libreto adjunto se imprimió con fecha anterior a su representación.
Resta sólo decir que Gaztambide al día siguiente fue la causa de que la empresa del teatro se declarara en quiebra; hecho que aún no le ha perdonado Salas, porque éste quería que continuasen los espectáculos de cualquier modo, a fin de reintegrarse él de un pico que le quedaba cobrar del dinero que había dado a Carceller para pagar una nómina. ¡Pueden caber juntas más calamidades teatrales! En efecto, el teatro cierra y el mismo día 29 de marzo se devuelve el dinero a los espectadores que habían adquirido ya las entradas.

Como se ha dicho, la obra fracasó totalmente, aunque no parece muy correcto emplear este adjetivo, porque, en realidad, La picaresca no fue oída.
Refer: Becker. CDMyD. Espinós: 3. Iglesias: 17.487. MQG2005. Part.: BMAM.
José Prieto Marugán


[1] Ginés de Pasamonte es uno de los galeotes liberado por Don Quijote en la primera parte de la novela; vuelve a aparecer, convertido en Maese Pedro, en la segunda.
[2] A. Sagardía. Gaztambide y Arrieta. Diputación Foral de Navarra. Col. Navarra Temas de Cultura Popular. Pamplona, 1968, pág. 7.
[3] E. Casares. Francisco Asenjo Barbieri. 2 vols. 1. El hombre y el creador. 2. Escritos, ICCMU. Madrid, 1994. Vol. I, pág. 102. Un resumen lo incluye Cotarelo, p. 307.
[4] Todas las referencias la denominan “zarzuela”; Barbieri es el único que se refiere a ella como “ópera-cómica”.
[5] Se refiere a Testa.

jueves, 26 de marzo de 2020

Francisco Asenjo Barbieri. Libera me Domine.


En el catálogo de la obra de Barbieri, incluido por Emilio Casares en su biografía del músico madrileño[1], figura esta entrada: “Libera me Domine, responsorio a cuatro voces solas. 1873. Edición Salterio Sacrohispánico. Manuel Salvat. Barcelona: posteriormente Ildefonso Alier”. El propio Casares, en el primer volumen de esta obra dedicado a “El hombre y el creador”[2], escribe:


El 23 de abril de este 1873 se estrena en la iglesia de las Trinitarias, y bajo la dirección del propio Barbieri su responsorio Libera me Domine, a cuatro voces solas, “para las honras de Cervantes y dedicado a la Real Academia Española”. Fue el político y amigo de Barbieri Cándido Nocedal el que se ocupó siempre de la participación musical de Barbieri en estas honras fúnebres que se hicieron durante varios años: “Estoy como todos los años encargado de la música, o sea de entenderme contigo, que eres el elegido de la Academia [le dirá en una carta de este año]. La obra se movía en el más puro romanticismo, con un fuerte sentido homofónico y vertical, pero manejando con soltura los momentos polifónicos, lo que la enraíza con la vieja escuela española.


Al reputado crítico José María Esperanza y Sola le parece una joya[3]:


escrito para los funerales de Cervantes[4], se oyó en los del malogrado Rey D. Alfonso XII en la iglesia de San Francisco el Grande, sin que desmereciera al lado de las obras de Robledo, Lobo, Victoria, Tafalla y Eslava, glorias del arte patrio, que en tan triste ocasión se cantaron, dirigidos por el mismo Barbieri.


El propio Esperanza y Sola, en la crónica que escribe para La Ilustración Española y Americana (15 diciembre 1885), comentando la parte musical de las exequias reales celebradas en la madrileña basílica de San Francisco el Grande comenta:


El triunfo supremo del Arte, ha escrito un profundo pensador, es la mayor transparencia posible de la idea a través del signo más armonioso, ya sea ese signo piedra o madera, color o sonido... porque todo arte, como la palabra, necesita ser expresión de una idea. Tales palabras pueden, con sobrada justicia, aplicarse al Dies irae, a fabordón, del maestro Eslava, y al Libera me, de Barbieri, que con una Lección del Oficio de difuntos del señor Ovejero, melódica y correctamente escrita en el estilo moderno, completaron[5] la grave y sentida manifestación del arte patrio ante la tumba del Rey Alfonso XII. De esas composiciones puede decirse lo que respetable crítico escribía a propósito de las obras del gran Palestrina: con ellas han sabido sus autores despertar en los oyentes, grandes, profundas y vagas sensaciones, que parecían causadas por objetos de un mundo desconocido o por un poder superior a la humana imaginación...


En el mismo artículo y con referencia a la interpretación, el crítico destaca que:


el Sr. Barbieri ha respondido en un todo a lo que de él podían y debían esperar los amantes del Arte, tanto en la elección de la música y en su combinación con el severo canto llano, como en la dirección de ella, que ha estado a la altura de la reputación que goza con sobrada justicia.

En 1994 fue interpretada por el Coro Nacional de España; en tal ocasión Antonio Fernández–Cid escribió en ABC[6]:

Ni el motete Versa est in luctum, ni, menos, el responso Libera me Dómine, – ¡qué difícil conseguir relieve en algo con precedentes de ejemplos tan grandiosos! – pasan de ser las obras de un músico sólido, porque Barbieri lo fue magnífico, pero aquí no en su mundo creador, sin duda el madrileñista lírico.

A pesar de la opinión de Fernández–Cid, parece que esta obra, curiosa, por lo alejada, en efecto, del tipo de música cultivado habitualmente por el compositor madrileño, merecería ser revisada y quizá dada a conocer en nuestro tiempo. Barbieri, que tenía mucho interés en la música religiosa española del pasado y en la que era un erudito, bien pudo escribir siguiendo los estilos de nuestra antigua polifonía, con lo cual, y como viene siendo reconocido en nuestro tiempo cada día con más fuerza, podríamos estar ante una composición de buen nivel. J.P.M.



[1] Emilio Casares. Op. Cit. Vol. 1, pág. 472.
[2] Emilio Casares. Op. Cit. Vol. 1, pág. 320.
[3] José M. Esperanza y Sola. 30 años de crítica musical. Est. Tip. de la viuda e hijos de Tello. Madrid, 1906. Vol. II, pág. 118.
[4] Se refiere, evidentemente, a los celebrados entre los actos conmemorativos del aniversario de su muerte, no a los verdaderos funerales del escritor.
[5] En la ceremonia religiosa se escucharon, además, Invitatorio, de Melchor Robledo; Credo quod Redemptos, de Alonso Lobo; Misa de difuntos, de Tomás Luis de Victoria, Domine, ne in furore tuo, salmo de Andrés Lorente, y dos obras de Pedro Tafalla: Quiz Lazarum resucitasti y Requiescat.
[6] A. Fernández–Cid. “Polifonía románica española, por el Coro Nacional”, en ABC, 23–4–1994, pág. 97.