sábado, 16 de octubre de 2021

Tomás Marco. El caballero de la Triste Figura.

 

Ópera de cámara en un prólogo, siete escenas y un epílogo. Texto y música de Tomás Marco. Estreno: 27 de diciembre de 2005, en el Teatro Circo, de Albacete.

Sinopsis. Narración de distintos episodios del Quijote tomados tanto de la primera como de la segunda parte de la novela. Tras la presentación de los personajes, se recuerdan: la vela de la armas, las batallas de los molinos y de las ovejas, el descenso de Don Quijote a la cueva de Montesinos, el vuelo sobre Clavileño, el gobierno de Sancho en Barataria, el encuentro con el Caballero de la Blanca Luna y la muerte de Don Quijote.

Personajes e intérpretes del estreno. La Narración (María José Suárez, mezzosoprano). Don Quijote (Alfredo García, barítono). Sancho Panza (Emilio Sánchez, tenor). Dulcinea, Ventero, Montesinos, Duquesa y Pedro Recio (María Rey–Joly, soprano). Cuatro bailarines.

Orquesta y Coro femenino de la Comunidad de Madrid. Dirección musical: José de Usebio. Dirección de escena: Guillermo Heras. Escenografía: Rafael Garrigós. Coreografía: Mónica Runde. Vestuario de Ana Rodrigo. Iluminación: Miguel Ángel Camacho.

Números musicales[1]. Introducción. Narración (“En un lugar de la Mancha”). 1 – Diálogo entre Babieca y Rocinante. Coro (“Hiáaaa, iháaaa”). 2 – Ovillejos de Cardenio. Dulcinea y coro (“¿Quién menoscaba mis bienes?”). 3 – Retrato de Dulcinea. Narración y Coro (“Este que veis de rostro amondongado”). 4 – Declaración de Don Quijote a las criadas. Coro (“Nunca fuera caballero”). 5 – La vela de las armas (“¡Oh, tú quienquiera que seas!”). 6 – Salida de Don Quijote. Narración (“La del alba sería”). 7 – Aventura de los molinos. Coro, Sancho, Caballero (“Buuu… No se le olvide…”). 8 – Batalla de las ovejas. Coro (“Bee… Bee… Caballero y Sancho (“Ves aquella polvareda”). 9 – La cueva de Montesinos. Narración, Caballero. Montesinos, Coro. (“De la aldea a la Cueva de Montesinos”). 10 – Procesión fúnebre en la cueva. Coro, Caballero, Montesinos (“Durandarte, Durandarte”). 11 – Clavileño. Duquesa, Sancho, Caballero (“Suba sobre esta máquina”). 12 – Sancho gobernador. Sancho, Narración, Caballero, Coro (“Después que bajé del cielo”). 13 – Comida de Sancho. Pedro Recio, Sancho, Coro (“Yo, señor, soy médico”). 14 – Ataque a la ínsula. Coro. Sancho (“¡Arma, arma, señor gobernador …!”). 15 – El caballero de la Blanca Luna. Narración. Caballero (“Soy el Caballero de la Blanca Luna”). 16 – Agonía de Don Quijote. Sancho, Caballero, Coro (“Es verdad señor que sois”). 17 – Muerte de Don Quijote. Narración (“Primero que el valor faltó la vida”). 18 – Epitafio a Don Quijote. Coro, Dulcinea, Sancho, Narración (“Yace aquí el hidalgo fuerte”).

Argumento[2]. Prólogo. La Narración presenta a los personajes principales: Don Quijote, Sancho, Rocinante y el Rucio, estos últimos interpretados por el coro que dialogan sobre el texto de los poetas que Cervantes que la novela les dedica. La Narración describe ahora a Aldonza y su conversión en Dulcinea (el coro canta dentro “¿Quién menoscaba mis bienes?, y la descripción de Dulcinea: “Esta que veis de rostro amondongado”. Escena I. La vela de armas. La Narración cuenta la salida de Don Quijote de su casa y su llegada a la venta donde el ventero y el coro le alaban. Don Quijote pide que le armen caballero. Durante la noche (nocturno instrumental), el coro molesta al caballero que termina peleando con los arrieros (bailarines). El ventero le arma caballero y la Narración canta la salida del personaje (“La del alba sería”). 


Escena II. Molinos y gigantes. Unos bailarines agitan banderolas y el coro imita al viento. Sancho, arrastra una torre-caballo, desde la que Don Quijote describe a los gigantes ante la incredulidad de su escudero. Don Quijote ataca a los molinos y cae al suelo. Mientras Sancho le atiende Don Quijote reflexiona sobre los antiguos caballeros y se impone el nombre de Caballero de la Triste Figura. Escena III. Los ejércitos de ovejas. El coro y los bailarines hacen el papel de ovejas que Don Quijote confunde con dos ejércitos a punto de acometerse. Cuando el Caballero ataca las ovejas, sus pastores le apedrean y él achaca su desventura a las malas artes de un adivino que le persigue. Escena IV. La cueva de Montesinos. Don Quijote baja a esta gruta y, tras un intermedio musical, es rescatado. Al volver a la superficie cuenta las aventuras vividas, mientras el coro y los bailarines comentan la acción de Durandarte y Belerma. Escena V. Clavileño. Don Quijote y Sancho son animados por la Condesa a que suban en el caballo volador. Los viajeros relatan sus sensaciones y terminan cayendo a tierra. Escena VI. Barataria. Sancho ha sido nombrado Gobernador y tras los consejos de Don Quijote, el escudero es recibido con vítores en la isla. Después de aplaudir sus sensatas decisiones, Sancho es llevado al comedor donde el doctor Pedro Recio no le deja probar bocado. El aviso de un ataque enemigo altera al escudero que, a pesar de ganar la batalla, decide abandonar la isla. Escena VII. El caballero de la Blanca Luna. La Narración va contando la historia en la que Don Quijote es vencido por el Caballero de la Blanca Luna y acepta retirarse a su aldea. Epílogo. Don Quijote agoniza, y se despide de sus amigos con la mayor cordura. Al lecho se acercan Aldonza/Dulcinea y otros personajes, mientras suena la salmodia “morir cuerdo y vivir loco”.

Comentario. Encargada en 2003 por la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, para conmemorar el IV Centenario de la publicación del Quijote, el compositor madrileño trabajó en ella intensamente y la partitura quedó lista al año siguiente, sobre un libreto elaborado por el propio músico a partir del Quijote. 

 A punto de terminar el año del IV Centenario de la publicación de la primera parte de la novela (2005), el compositor madrileño pudo ver interpretada esta obra, después de superar algunas vicisitudes administrativas, como consecuencia de cambios políticos, de las que se hizo eco la prensa.

 En el programa de mano del estreno el compositor ofrece información sobre su obra:

 El libreto, que usa exclusivamente palabras de Cervantes, está elaborado por mí y su principal reto es convertir en texto teatral una novela. Para ello uso un personaje, la Narración, cantada por una mezzosoprano, que comenta la acción, narra las partes no actuadas e incluso me atrevo a hacerle cantar algo que casi todos los músicos que se han ocupado de la obra han eludido, el famoso inicio de “En un lugar de La Mancha…”. Además, hay un barítono que encarna a Don Quijote, un tenor que es Sancho Panza y una soprano que tiene un papel polivalente puesto que encarna a diversos personajes episódicos (el Ventero, Montesinos, la Condesa y Pedro Recio) y a la propia Dulcinea. Un pequeño coro de voces femeninas comenta la acción, sirve de figuración, incluso pudiera manejar el decorado y vertebra las escenas.

Musicalmente, aparte de los cantantes y del pequeño coro [femenino, cuatro sopranos y cuatro mezzosopranos], se usa una reducida orquesta bastante atípica formada por dos flautas, dos trombones, dos violines, dos violonchelos, dos percusionistas y un sintetizador de teclado con posibilidad de usar sampler. Me permite el conjunto variar bastante la tímbrica y caracterizar con sellos sonoros distintos cada escena.

Vocalmente la escritura tiene en cuenta el texto y su carácter, con lo que hay un diálogo continuo entre las formas de canto barrocas, adaptadas a cada personaje y situación, y las actuales, además de estar modulado por el carácter de cada personaje y las peripecias concretas de cada caso. No hay nunca confusión entre el ámbito vocal y el instrumental, las voces no sólo están tratadas como tales, sino con el propósito de que el texto se entienda lo más posible, el papel de los instrumentos es tan ambiental como narrativo y el conjunto debe revelar un todo escénico.

 Es el propio autor quien nos orienta sobre otros detalles[3]:

Se trata de un espectáculo de cámara pero que se puede adaptar a situaciones escénicas muy diversas. Respeta y realza el texto cervantino son criterio arqueológico sino con una proyección de actualidad, extrayendo del mismo los pasajes caballerescos, lo humorísticos, los misteriosos y su profundo y pesimista convencimiento de que el esfuerzo humano acaba siempre de la misma manera y que al final todo y todos pasamos. Lo cual no quiere decir que sea una obra trágica, sino que mantiene el sano equilibrio entre humor y destino que se refleja en la obra cervantina.

 Álvaro Guibert[4] en su comentario sobre el estreno escribió:

 La obra da en la diana y la clave del acierto está en el tono bajo. En dar el tiempo necesario al Don Quijote ridículo, a veces “pirao” de la vida, que acaba rodando en el polvo. Luego, cuando toca, el vuelo poético surge de ese suelo bajo con más naturalidad y más eficacia que de cualquier pedestal “quijotesco” al uso. En esta ópera hay al menos tres momentos profundamente conmovedores: dos cantados –el “ovillejo de los desdenes” y el “epitafio”– y uno orquestal, la salida “morendo” de la ínsula Barataria. Son tres preciosidades trágicas, tres golpes de poesía musical, que no resultarían así de convincentes si no estuvieran rodeados de escenas bufas donde el coro rebuzna, relincha, bala, maulla y hasta silba el aspaviento de los molinos, mientras la orquesta hace risas con el trombón o juega a repicar los cascos de los caballos. Necesitamos el Quijote cómico para entender la honda melancolía de Cervantes. El tema de esta ópera es el del título, la tristeza y la rabia, que Marco, igual que Cervantes, construye entre broma y broma.

La música del “Caballero” es muy de Tomás Marco. Hay escalas sencillas, ritmos claros y desdén por los matices, pero Marco se interesa cada vez más por pulir la superficie sonora de su música. El “Caballero” suena bien y contiene muchos momentos hermosos. Hay diversas formas de canto. El personaje de la narración nos recuerda al trujamán del “Retablo de Maese Pedro”. Marco ya ha mirado a Falla otras veces. La soprano, que representa a muchos personajes, tiene encomendados los momentos de más esplendor lírico. Don Quijote (barítono) y Sancho Panza (tenor) forman pareja simétrica. El Quijote vive hierático en el grave y Sancho tenso en el agudo.

Ese juego de espejos viene reforzado por la disposición de la orquesta en pares extremados (dos flautas, dos trombones, dos violines, dos violonchelos…). Al bajar el telón sobre la antinomia cervantina –“morir cuerdo y vivir loco”–, Marco remata una excelente pieza de teatro musical que le confirma como uno de nuestros dos o tres operistas. No tendría sentido que su música tardara más en subir al Teatro Real.

 

No es esta es la única obra teatral inspirada en el Quijote a la que ha puesto música Tomás Marco, compositor que también se ha ocupado en otras obras de la novela cervantina. Concretamente en: Cabalgata de Dulcinea y Aldonza (2005), para guitarra sola; Clavileño, blog de vuelo (2915), para piano; Ensueño y esplendor de Don Quijote (2004), concierto para violín, violonchelo y orquesta; y Medianoche era por filo (2004), para orquesta de cuerda.

El Caballero de la Triste Figura, utiliza una suerte de canto declamado o recitado, con numerosos efectos instrumentales de carácter ambiental; un desarrollo musical que podríamos calificar de “gráfico”. La ópera, sosegada en su desarrollo, emplea texto de la propia novela, aunque no siga el libreto un progreso similar al de la narración original. El compositor ha elegido texto de los capítulos I, II, XVII, LII, VII, VIII, de la primera parte, y XXIII, XLII, XLV, XLVII, LIII, LXIV, de la segunda. Tienen que ver con las aventuras y episodios que dan título a las distintas escenas.

José Prieto Marugán.


 



[1] Prescindimos de las partes que se interpretan sólo como declamadas o recitativos.

[2] Debemos a la cortesía del compositor el conocimiento del libreto, así como sendas grabaciones no comerciales de la ópera (en audio y en video), realizadas en representaciones distintas al estreno.

[3] Tomás Marco. Música en escena. Publicaciones de la Asociación de Directores de Escena de España. Madrid, 2020, pág. 197.

[4] Álvaro Guibert. “Marco: un gran Quijote entre bromas y veras”, en La Razón, Madrid, 28–12–05.