Obras de E.
Halffter, L. Balada, S. Bacarisse, A. Vives, F. Obradors y M. Salvador. María
Zapata, soprano. Aurelio Viribay, piano. Escuela Superior de Canto, de Madrid.
13 de diciembre de 2016.
Cercano ya el final este Año Cervantino de 2016, don Miguel hubiera
dicho aquello de … “Puesto ya el pie en el estribo…” , hemos tenido ocasión de
volver a escuchar un recital de canto con música de autores españoles del
pasado siglo, compuesta sobre textos de don Miguel. Esta circunstancia, que es
de agradecer, nos ha permitido confirmar algo de lo que, en su momento, nos
pareció advertir: es un programa difícil, y en algún momento arriesgado, para
los intérpretes, pero muy interesante y atractivo.
El plato fuerte del concierto lo componías las
diez canciones, bajo el título de Cervantinas
compuso la compositora levantina Matilde Salvador (Castellón de la Plana,
1918 – Valencia, 2007), una de nuestras más interesantes compositoras que firmó
un amplísimo catálogo vocal, además de obras para piano, para orquesta, música
de cámara, instrumental e incidental y hasta óperas (La filla del Rei Barbut,
de 1943). Sus Cervantinas datan de
1975 y fueron estrenadas en Alcalá de Henares; son diez temas muy elaborados, exigentes para la
solista y de un alto nivel artístico; destacaría y “La inútil guarda”, “El papel morisco”, de atractiva
ambientación, y el “Cantarcillo burlesco”, con
notables referencias al mundo infantil.
María Zapata, soprano. Aurelio Viribay, piano |
La primera parte estuvo compuesta por nueve
composiciones de Ernesto Halffter (Canción
de Dorotea), Leonardo Balada (Tres
cervantinas), Salvador Bacarisse (A
vos ordres, mon general y Soneto a
Dulcinea del Toboso)m Anadeo Vives (Madre,
la mi madre y La buenaventura).
Una muestra variada de cómo llevar los textos cervantinos a la canción. Resultó
interesante poder comparar cómo tres compositores Balada, Vives y Salador,
daban vida al texto “Madre, la mi madre”, incluido por el alcalaíno en El celoso extremeño.
María Zapata, soprano asturiana, mostró una voz
potente, afinada y equilibrada en todos los registros. Potente en los agudos y
llena en los graves, cantó con una excelente dicción, quizá ayudada por la
acústica de la sala. Aurelio Viribay, por su parte, acompañó con eficacia y
solvencia. Su colaboración es, en alguna de las canciones, trabajo de verdadero
solista, no de un simple acompañante. Ambos intérpretes merecieron el aplauso
de los asistentes a los que obsequiaron con la visión de Fernando Obrador de
“El vito”.
En resumen, un concierto muy atractivo, un recital
para descubrir una música que no conocemos, una sesión para disfrutar. Mientras
pensada esto, una pregunta me vino a la mente: ¿y los estudiantes? Me pareció
que no había demasiados en la sala.
José Prieto
Marugán
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