jueves, 15 de diciembre de 2016

Canciones Cervantinas Españolas del Siglo XX



Obras de E. Halffter, L. Balada, S. Bacarisse, A. Vives, F. Obradors y M. Salvador. María Zapata, soprano. Aurelio Viribay, piano. Escuela Superior de Canto, de Madrid. 13 de diciembre de 2016.

Cercano ya el final este  Año Cervantino de 2016, don Miguel hubiera dicho aquello de … “Puesto ya el pie en el estribo…” , hemos tenido ocasión de volver a escuchar un recital de canto con música de autores españoles del pasado siglo, compuesta sobre textos de don Miguel. Esta circunstancia, que es de agradecer, nos ha permitido confirmar algo de lo que, en su momento, nos pareció advertir: es un programa difícil, y en algún momento arriesgado, para los intérpretes, pero muy interesante y atractivo. 

El plato fuerte del concierto lo componías las diez canciones, bajo el título de Cervantinas compuso la compositora levantina Matilde Salvador (Castellón de la Plana, 1918 – Valencia, 2007), una de nuestras más interesantes compositoras que firmó un amplísimo catálogo vocal, además de obras para piano, para orquesta, música de cámara, instrumental e incidental y hasta óperas (La filla del Rei Barbut, de 1943). Sus Cervantinas datan de 1975 y fueron estrenadas en Alcalá de Henares; son  diez temas muy elaborados, exigentes para la solista y de un alto nivel artístico; destacaría y  “La inútil guarda”,  “El papel morisco”, de atractiva ambientación, y el “Cantarcillo burlesco”, con  notables referencias al mundo infantil.

María Zapata, soprano. Aurelio Viribay, piano
La primera parte estuvo compuesta por nueve composiciones de Ernesto Halffter (Canción de Dorotea), Leonardo Balada (Tres cervantinas), Salvador Bacarisse (A vos ordres, mon general y Soneto a Dulcinea del Toboso)m Anadeo Vives (Madre, la mi madre y La buenaventura). Una muestra variada de cómo llevar los textos cervantinos a la canción. Resultó interesante poder comparar cómo tres compositores Balada, Vives y Salador, daban vida al texto “Madre, la mi madre”, incluido por el alcalaíno en El celoso extremeño.

María Zapata, soprano asturiana, mostró una voz potente, afinada y equilibrada en todos los registros. Potente en los agudos y llena en los graves, cantó con una excelente dicción, quizá ayudada por la acústica de la sala. Aurelio Viribay, por su parte, acompañó con eficacia y solvencia. Su colaboración es, en alguna de las canciones, trabajo de verdadero solista, no de un simple acompañante. Ambos intérpretes merecieron el aplauso de los asistentes a los que obsequiaron con la visión de Fernando Obrador de “El vito”.

En resumen, un concierto muy atractivo, un recital para descubrir una música que no conocemos, una sesión para disfrutar. Mientras pensada esto, una pregunta me vino a la mente: ¿y los estudiantes? Me pareció que no había demasiados en la sala.

José Prieto Marugán

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