sábado, 21 de enero de 2017

Manuel Fernández Caballero. El loco de la guardilla.


Manuel Fernández Caballero (Murcia, 1835 – Madrid, 1906), fue uno de los importantes compositores de zarzuela de mediados del siglo XIX, que después de unos primeros contactos con la música en su ciudad natal, se formó en el Conservatorio madrileño con Hilarión Eslava y Pedro Albéniz. Como director de orquesta realizó varias giras por España, Portugal e Hispanoamérica, especialmente Cuba, y como compositor escribió páginas tan queridas y conocidas como El cabo primero, La viejecita, Châteaux Margaux, Gigantes y Cabezudos, Los sobrinos del Capitán Grant o El dúo de la Africana.
Manuel Fernández Caballero

El loco de la guardilla. Paso que pasó en el siglo XVII, en un acto y en verso. Texto de Narciso Serra. Estreno: Teatro de la Zarzuela el día 9 de octubre de 1861. Su acción se desarrolla en Madrid, en 1605.

Sinopsis. Magdalena está muy preocupada porque cree enfermo a su hermano Miguel, que se pasa el día encerrado en un cuarto sin dejar de reír. Un Clérigo y un Doctor, que van a visitarle, terminan acompañándole en sus carcajadas incontroladas. La razón es que Miguel está escribiendo un libro, la historia de Don Quijote, y todos los que la leen ríen a mandíbula batiente. Alertado por el temor de los vecinos, que creen loco a Miguel, acude un Familiar del Santo Oficio que vaticina a Miguel el éxito y la fama futuras por su novela. El Familiar es Lope de Vega.

Personajes e intérpretes del estreno. Magdalena, beata y hermana de Miguel[1] (Dolores Fernández).
Miguel, hidalgo de cincuenta y un años (Tirso de Obregón). Familiar del Santo Oficio (Ramón Cubero). Josef, sacristán de monjas, enamorado de Magdalena (Vicente Caltañazor). Un Clérigo (Francisco Calvet). Un Doctor (Francisco Arderíus).

Números musicales. Dúo de Josef y Magdalena (“Tras de callar dos años”). Coro de Vecinos. Coro, Magdalena, Josef (“Vecina, vecina, ¿qué ocurre, qué pasa?”). Lope y coro (“¡Qué bueno va!”). Final. Coro, Magdalena, Miguel (“Gracioso está”).

Argumento. Buhardilla humildemente amueblada al estilo del siglo XVII. Magdalena se queja de la llegada de su hermano desde Valladolid porque agravará su ya precaria situación económica.

Entra Josef con un canasto lleno de albas para que Magdalena las planche (así se gana la vida). En la cesta vienen también una vasija con chocolate y unos bollos que el sacristán ha sustraído para que Magdalena pueda cumplimentar a las visitas que va a tener: el Clérigo y el Médico. En realidad, Josef pretende ganarse el cariño de Magdalena por la que siente un interés especial. Unas palabras amables de Magdalena recompensan al enamorado sacristán que termina declarándose [Dúo de Josef y Magdalena[2]] y confesando que por orden de las monjas a las que sirve debería casarse.

En la habitación de al lado se escucha una carcajada; Magdalena confiesa estar preocupada. Josef anima a Magdalena a que se prepara para recibir a los visitantes que no tardarán. Al quedar sólo, sigue lamentando su situación amorosa.

Llegan el Clérigo y el Doctor y son agasajados por Magdalena que confiesa el motivo de haberles llamado: su hermano está enfermo … de risa. Magdalena resume la situación: su hermano, que estuvo preso en Sevilla años ha, ha llegado desde Valladolid y se ha quedado a vivir con ella. Desde entonces no hace más que reír y reír. Los vecinos le consideran loco y le llaman “El loco de la guardilla”.

El Clérigo y el Doctor indagan detalles sobre el enfermo y deciden entrar al cuarto para verle. Entra primero el Clérigo y, al poco, se le escucha reír junto a Miguel. Al oírlo, Magdalena piensa que el cura puede haberse contagiado, a lo que el Doctor responde que pudiera ser. Entra el médico; y, de pronto, se le escucha reír junto a Miguel y el Clérigo, lo que provoca temor en Magdalena,  Josef y hasta en los vecinos [Coro de vecinos]. Magdalena y Josef, temerosos, se confiesan enamorados. Los vecinos, curiosos, entra para ver qué ocurre y también terminan a carcajadas.
 
Portada del libreto
El escándalo ha provocado la llegada de un Familiar del Santo Oficio que es puesto al día por Magdalena [Lope y coro].

Sale Miguel que, reconociendo al Familiar, le saluda cortésmente y se explica: siendo ya pobre y viejo, decidió escribir un libro y, al hacerlo, no puede evitar la risa. Cuando entraron el Clérigo y el Doctor, les leyó un capítulo y estos también empezaron a reír. Miguel entrega unas cuartillas al Familiar que empieza a leer. Mientras lo hace, Miguel cuenta cómo conoció al Familiar: paseando por la puerta segoviana, llegó al cementerio y vio un hombre y una mujer junto a un cadáver. El hombre, sepulturero, se negaba a enterrar al difunto si la mujer no pagaba. Apareció un cura y, sin mediar palabra, se despojó de la sotana y cavó una fosa y enterró al muerto. Incrédulo, siguió al cura y contempló que todo el mundo le saludaba con cariño, incluso el Duque de Sesa y el mismo Rey. Y averiguó que era Fray Félix Lope de Vega.

Miguel agradece a Lope su presencia y éste pregunta, a su vez, quién es. Al saberlo, Lope elogia y vaticina que su Don Quijote de la Mancha le dará fama en el futuro. Lope estrecha la mano de Miguel, se declara su amigo y le promete ayudarle en lo que necesite.


Cuando Lope y los demás salen, Miguel, emocionado, pregunta a Magdalena qué hay de cenar. Nada, dice la mujer; no importa. La esperanza de un mejor futuro será suficiente. [Final].

Comentario. El loco de la guardilla es más una obra cervantina que quijotesca, y una de las más consideradas del maestro Fernández Caballero, como demuestra, sin duda, que en 1888 se publicara la octava edición del texto.

La recepción de la obra fue muy positiva, aunque las referencias fueron bastante resumidas. En El clamor público, el día 10 de octubre de 1861, se pudo leer esta escueta nota:

Zarzuela. La novedad de anoche en este coliseo, El loco de la guardilla, fue justa y estrepitosamente aplaudida por el escogido público que llenaba todas las localidades. La ejecución nada dejó que desear y el autor, señor don Narciso Serra, fue llamado dos veces a la escena en medio del mayor entusiasmo.

El Contemporáneo, sin firma como el anterior, informa del homenaje a Cervantes.

Anoche se verificó en el Teatro de la Zarzuela la función dispuesta por el empresario, D. Francisco Salas, para conmemorar el natalicio del príncipe de los ingenios españoles, Miguel de Cervantes Saavedra.
La producción, original del inspirado y festivo poeta D. Narciso Serra, titulada El loco de la guardilla, alcanzó un éxito extraordinario, tan entusiasta como justo, deleitando su representación a la escogida y numerosa concurrencia que llenaba todas las localidades el teatro, y prodigó al autor los nutridos aplausos que su obra merecía, llamándole al proscenio en unión a los artistas que tan bien la habían interpretado.
La señorita Fernández y los Sres. Obregón, Cubero, Caltañazor, Calvet y Arderíus, encargados de su desempeño, caracterizaron perfectamente sus respectivos papeles presentando a los ojos del espectador un cuadro exactísimo de la época en que pasa la acción.
Merecen también mención honorífica el Sr. Fernández Caballero, autor de la música, y el Sr. Vázquez de un himno[3] que se cantó después, así como los Sres. Vega, Hartzenbusch, Frontaura y el autor del apropósito mencionado, por las composiciones hechas en obsequio al escritor insigne a quien aquel tributo de admiración se consagraba.

La Época siguió la receta de la información escasa:

El público oyó con marcadas señales de aprobación el paso que pasó en el siglo XVII, titulado El loco de la guardilla, delicadamente escrito por el Sr. Serra, quien se presentó en la escena con el Sr. Caballero, autor de la música. En la ejecución de esta obrita tomaron parte la señorita Fernández y los señores Obregón, Calvet, Caltañazor, Cubero y Arderíus, y en honor de la verdad debemos decir que todos estuvieron perfectamente en sus respectivos papeles.

Partitura para piano
La sección “Teatros” de La Iberia publicó:

Teatro de la Zarzuela. Agradable fue el rato que tuvieron anoche los concurrentes a este teatro, viendo representar el paso que pasó en el siglo XVII, titulado El loco de la guardilla, debido a la facilísima pluma de don Narcís Serra. El pensamiento está calcado en un cuento del señor Hartzenbusch, La locura contagiosa, pero a pesar de esto, bien puede asegurarse que es la obra más literaria y más apreciable del felicísimo ingenio del señor Serra, a quien el público aplaudió anoche de una manera tan espontánea como general. Muy bien auguramos de los resultados de esta obra, si en las repeticiones que de ella se den, los actores trabajan con tanto esmero como lo hicieron anoche Obregón, Caltañazor, Cubero y la Fernández; llenaron cumplidamente su cometido y se lo hicieron aplaudir con justicia. La poca música que tiene es de muy buen gusto, especialmente el coro de la vecindad.

La Regeneración expresó, en media docena de líneas, una discrepancia:

Anoche se estrenó en el teatro de Jovellanos El loco de la guardilla, original del Sr. Serra, y excepto las primeras escenas, en que se hace aparecer a un sacerdote, cosa que desaprobamos, y que pudo suprimirse, sin perjudicar en nada el conjunto del cuadro, nos parece esta obra bastante agradable.
La ejecución fue regular, y causó efecto el ver que el loco era Cervantes, y que la locura la producían las risas en que prorrumpían los que oían leer el Quijote.

Tampoco estuvo muy locuaz el anónimo redactor de La Discusión, del día 11 del mes de octubre:

El loco de la guardilla. Este pasillo estrenado el miércoles en la Zarzuela, ha sido uno de los mayores triunfos de D. Narciso Serra y otro de los del Sr. Caballero.
El loco es Cervantes. Otro de los personajes es Lope. El ingenio del autor se revela en lo fácil del cuadro, en los versos y en los chistes; pero la prueba de su talento consiste en que siendo Cervantes el protagonista, no cante una sola nota.

Esta opinión es otra prueba de lo mal visto que estaba entonces sacar a la escena a las glorias nacionales.

El Contemporáneo, del día 13, después de insertar un resumen del argumento, y dejar constancia del escaso entusiasmo por el libro, añadió:

El público, que no sospecha qué se va a encontrar con tan importantes personajes, se queda muy complacido. Hemos de confesar, con todo, que este paso no tiene, ni con mucho, aquella versificación suelta y espontánea y aquellos chistes tan naturales que se admiran en otras obrillas del Sr. Serra.

Varios días después del estreno, concretamente el 27 de octubre de 1861, “Fabio” publicaba su opinión en El Mundo miliar:

Aún es tiempo de dar cuenta a nuestros lectores del paso del Sr. Serra El loco de la guardilla, que continúa representándose con aceptación en el favorecido Teatro de la Zarzuela. Si por este paso juzgáramos a un poeta de condiciones mas humildes que las que dan nombre al autor de quien se trata, pronto hubiéramos salido del paso, exponiendo nuestro juicio, sin las exigencias que deben emplearse, en quien como el Sr. Serra, ocupa un lugar  tan preferente en la república literaria. Comenzamos por disculpar, en gracia a la manera prudente y hábil con que está ideada, la presentación del gran Cervantes en la escena de la Zarzuela, y pasando por alto el que este paso adquiera la originalidad de su pensamiento en el conocido cuento del señor Hartzembusch, La locura contagiosa, diremos que en esta obrita nos parece inferior y de escasa valía la primera mitad, hasta que aparece el fénix de los ingenios Lope de Vega, para tener el gusto de saber el nombre del manco de Lepanto. En esta parte encontramos rebuscamiento en la frase, en el chiste y languidez en las escenas, pero en el resto, que aparece con cierto colorido dramático, nos agradan los versos líricos del cuento de Cervantes y la situación final que es original y de efecto. En el transcurso del paso hay impropiedades, como la de ser claro el chocolate y la que resulta de usar Lope de Vega la palabra gálica revancha (sic). Oscuridad en las ideas como en la de
Y he sufrido tanto, tanto
que merezco ser altivo.
que cierta parte del público tiene por una profunda y sentenciosa frase; y hay además inexactitud en hablar de un cementerio y otros deslices que no apuntamos. El paso en lo general es incorrecto, y como quiera que en obras de tal índole, donde se halla estancada la acción y es débil el argumento, parece que el poeta debe esmerarse y cuidar de la forma y de los accidentes, únicas cualidades que pueden darlas valor, nos lamentamos de que el Sr. Serra no madure y acabe más sus producciones, dándolas más originalidad, abusando menos de los retruécanos que ya ha empleado anteriormente, y buscando el efecto en la parodia de cosas menos dignas de respeto que la bendición de un sacerdote.
La música del maestro Caballero es fresca, ligera y bella, especialmente el coro de las carcajadas.
Los actores que toman parte en la ejecución de esta pieza declaman con una inchanzón (¡) y una ampulosidad dignas de la tragedia. Obregón, sin embargo, se distingue por el buen decir, imitándole la señorita Fernández, Cubero, Arderíus y Caltañazor.
En suma; el paso del Sr. Serra es muy superior a las zarzuelas en un acto que de ordinario nos ofrece este teatro, pero inferior a sus anteriores producciones de este género.

Información extensa nos la ofrece Cotarelo[4], aunque no esté de acuerdo con algunos detalles de la zarzuela:

Un gran éxito proporcionó al teatro de la Zarzuela don Narciso Serra con su dramita titulado El loco de la guardilla, al que puso un conato de música el maestro Caballero. Varias circunstancias contribuyeron a dar inusitado relieve a este juguete, porque, aparte de ellas y del brío y desenfado poéticos con que está escrito, nunca se ha visto mayor cúmulo de errores históricos y de anacronismos.
Comenzaba entonces a popularizarse y a ser casi adorado el nombre de Cervantes. Eligió Serra el día del aniversario del bautismo del gran novelista (9 de octubre)[5] para lanzar su ditirambo, y el público, que no quería parecer ignorante y ajeno al mérito del autor del Quijote, tragó como buenas todas las hipérboles y mentiras biográficas que a Serra le plugo amontonar para hacer la apología de su héroe. Aquella famosa relación en quintillas, que tan ruidosamente se aplaudía a Obregón y después de él a cuantos actores la dicen, es toda ella un puro embuste, tanto más lamentable cuanto que se trata de Cervantes y Lope de Vega, cuyas vidas ya entonces se conocían bastante minuciosamente. Es, además, una  falsedad en cuanto a costumbres y hábitos sociales, pues ni entonces (es decir, en la época de Cervantes, que es quien habla) se enterraban los cadáveres en las afueras “de la puente segoviana”, sino en las iglesias y sus cementerios a ellas unidos, ni había sepulturero que pudiese negarse a enterrar el cuerpo que llegase a sus “dominios”; ni el rey Felipe III conocía a Cervantes, etc.  Pero está versificada con tal soltura y vigor y contiene frases tan ingeniosas y agudas, como el “porque de los muertos vivo”, que se explica la sugestión y embeleso del público, y mucho más si una buena parte de él creía que era cierto lo que oía, muy bien declamado por Obregón.

De la información disponible no podemos conocer la calidad de la música, pues mientras que para Barbieri fue “extraordinariamente aplaudida”, para Cotarelo se trataba, simplemente, de un “conato”, es decir de un intento. Tan escasamente importante le parece a este cronista, que ni siquiera ofrece en su libro, minucioso y detallado, la relación de los números musicales de la obra. Sí le llamó la atención la versificación realizada “con soltura, vigor e ingenio” que, además, fue muy bien dicha por el barítono Tirso Obregón que fue su protagonista.

Una curiosa representación tuvo lugar el 25 de noviembre 1856, en el teatro privado de los Duques de Híjar. El diario La Época, al día siguiente, daba cuenta de ella con:

la bella duquesa de Híjar, en el papel de la beata, Esteban Canga en el de Cervantes, Vega (D. Ricardo), encargado del de Lope, su hermano Ventura del de demandadero y Blasco, doctor del antiguo régimen, presentaron un cuadro tan acabado como podría desear el más exigente. Un coro, compuesto de varias señoritas y amigos de la casa, prestó mayor realce al espectáculo, acompañado al piano por el Sr. Oudrid. En la dirección se adivinaba una mano maestra, que no citamos, pero que también merece una buena parte en el éxito.

Llama la atención que la acción se desarrolle en 1605, pues tratando la zarzuela del proceso de escritura de la novela, debería ser anterior, ya que la primera edición quijotesca salió el 16 de enero de 1605.

La obra fue bien recibida pues se ofreció 14 noches seguidas entre el 9 y el 22 de octubre y se dieron 38 representaciones en la temporada 1861/62[6].

El loco de la guardilla, que fue dedicado “A la Excma. Señora Doña Raimunda Ceriola de Carriquiri, dedica esta obrilla, como débil muestra de su invariable y amistoso cariño”, tuvo una segunda parte, para el teatro hablado que se tituló El bien tardío, definida como “drama original en un acto y en verso”. Se estrenó en el Teatro de la Zarzuela, de Madrid, en octubre de 1867, y fue dedicada a Don Nazario Carriquiri, viudo de Doña Raimunda.



[1] El personaje podría ser real: Magdalena Cervantes (Valladolid, 1553–Madrid, 1611), hermana menor del novelista, mantuvo con él una cercana relación e incluso vivieron en la misma casa en Valladolid y Madrid.
[2] El libreto utilizado explicita una situación que suele ser muy frecuente: “En la letra de la música ha habido que hacer variaciones; el lector la encuentra aquí entera”.
[3] La obra de Mariano Vázquez, fue cantada por un coro con intervención solista de Luisa Santamaría y Luisa Lesén.
[4] E: Cotarelo, Historia de la Zarzuela o sea el Drama lírico en España. Desde su origen a fines del siglo XIX. ICCMU. Col. Retornos. Madrid, 2000, pág. 783.
[5] Efectivamente, Cervantes fue bautizado el 9 de octubre de 1547 en la parroquia de Santa María la Mayor, de Alcalá de Henares.
[6] Datos aportados por Carlos Mata Induráin: “Cervantes, personaje de zarzuela y drama: El loco de la guardilla (1861) y El bien tardío (1867), de Narciso Serra” (Véase bibliografía).


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